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Chile: iDev y la cara fea del emprendimiento

Emprendedores tratados como delincuentes

El recién pasado fin de semana, cubrimos parcialmente lo que ocurría con Carlos Oliva, el creador de iRedbanc, el cual fue detenido por la PDI en el aeropuerto mientras se disponía a viajar a la WWDC. La mentada aplicación fue gratuita (mientras existió) y  ayudaba al usuario a localizar cajeros automáticos (ATM) en las inmediaciones. Debió ser retirada del App Store porque la empresa Redbanc interpuso una querella criminal por haber hecho un producto que vulneraba su marca.

Hoy en el sitio web de desarrollo de la empresa, se ha publicado una entrada bastante extensa dónde nos cuenta todo lo que tuvo que vivir este desarrollador tanto por culpa de la ineficiencia de la justicia, como por la prepotencia de una empresa. Parece que el costo de emprender en Chile es más alto de lo que pensamos.

El gobierno actual y los anteriores, siempre han brindado palabras de regocijo y ánimo cuando de emprendimiento se trata, ¿Pero de que sirve eso si por querer emprender, puedes perder incluso tu libertad?, todo lo anterior resulta más incongruente cuando es el mismo presidente quien incita a arriesgarse y a aveces quebrantar las reglas en pro de emprender, como lo pueden ver en este video.

Quedando 2 y medio años de gobierno, es necesario que se apliquen reformas y se protocolicen algunas cosas. Hay tiempo para marcar la diferencia y evitar que cosas así sigan ocurriendo.

A continuación les dejamos un extracto del relato del creador de iRedbanc sobre la terrorífica experiencia que vivió producto de la negligencia y prepotencia de Redbanc y el sistema judicial chileno. La versión original está en el blog de iDev (link).

La pesadilla comienza el 4 de junio. Cuando Carlos Oliva se disponía a viajar a la WWDC, el creador de iRedbanc se entera de que tiene una orden de detención pendiente, por una aplicación que dio de baja voluntariamente hace un año.

Sábado 4 de Junio, 20:00. Me despido cariñosamente de mi familia, quienes me acompañaron al Aeropuerto de Santiago (SCL) para abordar el vuelo rumbo a San Francisco que parte en 45 minutos más. Segundos después estoy, pasaporte en mano, ante la ventanilla de Policía Internacional cuando se me indica: tiene prohibición de salir del país. Me dirigen a una oficina de personal de la PDI donde se verifica que además tengo una orden de detención pendiente por lo que soy trasladado a las dependencias de la institución en el Aeropuerto de Santiago. Me dan conocimiento de mis derechos como detenido, y se me explica el motivo de mi detención: un comparecimiento al cual no asistí, el día 26 de Mayo de 2011. Se me intentó notificar en el domicilio antiguo – sin embargo no hubo gestión alguna para hacerlo mediante ningún otro medio, ni siquiera de parte del abogado defensor que se me asignó para aquella instancia. Imposible saber para mí que se me requería.

Del aeropuerto al Centro de Justicia y a los Juzgados de garantìa, mezclado con asaltantes y conductores borrachos. Irónicamente, todos los detenidos quedan libres menos él y otra persona que tenían que ser trasladados a otra ciudad.

Incomunicado, sin poder avisar a mi familia de mi situación, sentí todo el día una gran angustia caminando de lado a lado, sin tener noción alguna del tiempo – que en realidad no importa porque los minutos en ese helado lugar son tan eternos que da lo mismo si son las 3 o las 7 – del cual el único indicio que teníamos era la luz que ingresaba desde el exterior. Más tarde comienza la lluvia y con ella se acentúa el frío al interior, más aún al oscurecer. No es porque lo diga yo, pero francamente hay que ser muy fuerte para poder soportar todo esto (por lo menos para quien no está acostumbrado a estos lugares, como la mayoría de quienes estaban ahí). Lo único que me dio la entereza y la capacidad de no desesperar fue la imagen de mi familia, de tener la certeza de que en algún momento todo esto se terminaría y estaría de vuelta con mi esposa e hijo disfrutando del calor de nuestro hogar.

Durante la noche comienzan a llegar móviles con cientos de detenidos – algunos en tránsito, otros con la nocturna) hasta que finalmente nos sacan del calabozo para ser trasladados a Valparaíso (esto fue cerca de la 1 AM). Nos quitan las esposas y chaleco, y a pesar del reinante frío a esa hora (que con las puertas del galpón abiertas era inescapable) se nos realiza una nueva inspección completamente desnudos. De vuelta a vestirse y con los famosos chalecos amarillos, pero esta vez con esposas de pies y manos. Se nos conduce al carro celular que nos transportaría, nos acomodamos como podemos en los asientos a cada costado (helados y metálicos), en total somos 8 personas las que viajamos. Poco después de salir a un par de ellos se les ocurre fumar (es increíble como hacen acrobacias para poder moverse en ese estado), de lo que se percatan los Gendarmes, detienen el carro y luego de castigar con fuertes manotazos, rodillazos y patadas a dos de los detenidos nos quitan las frazadas y a la mayoría de ellos los encadenaron de los pies al vehículo.

Finalmente, luego de 48 horas de pesadilla, el juzgado de Viña del Mar lo deja en libertad.

Nuevamente en un calabozo pequeño, compartiendo con otros detenidos a quienes ingresan de a uno a audiencia. Yo voy de los últimos, a eso del mediodía me sacan de la celda, me retiran el chaleco y las esposas, subo por el ascensor e ingreso a la sala. Luego de unos pocos minutos se decreta la suspensión condicional de la causa bajo dos condiciones: la primera, que en un plazo de 30 días retire la App de la App Store y cualquier mención a ella desde el sitio web de iDev (cosa que, como consta más arriba, ocurrió hace más de un año) y la segunda, que fije domicilio por un año. Quedé libre de antecedentes pero con un muy mal rato a cuestas. Al salir finalmente en libertad (a la calle) lo primero que hice luego de saludar a mi familia fue sacarme la chaqueta que tuve durante todo el fin de semana y que no quería volver a ver, y botarla a la basura. Luego de eso tuve que volver, una última vez, a la cárcel de Valparaíso a buscar y retirar mis pertenencias.

Aunque una respuesta conciliadora sería defender que asi funciona el sistema, y que estos trámites son los necesarios para asegurar un trato parejo para todos, pensamos que lo que pasó esta persona es inaceptable y es el resultado de una secuencia de negligencia, prepotencia, mentiras e injusticias, como por ejemplo:

  1. Que una empresa como Redbanc, que no tiene una cara visible, pueda querellarse criminalmente contra un ciudadano en vez de estar obligada a entenderse con la empresa de éste mediante una causa civil.
  2. Que la misma empresa a la cual estuvo ligada  Sebastián Piñera, supuesto paladín de los emprendedores,  le destruya la vida de esta manera a un emprendedor chileno de clase mundial
  3. Que esta empresa seria sea tan ciega como para confundir una aplicación complementaria a su servicio con un delito de uso indebido de marca registrada
  4. Que el sistema de justicia en Chile no sea capaz de ubicar a una persona luego de un cambio de domicilio existiendo 300 maneras de hacerlo, máxime siendo un conocido emprendedor de aplicaciones móviles
  5. Que la ineficacia del sistema a la hora de ubicar a alguien sea equivalente a considerarlo prófugo y dejarlo detenido por dos días a pito de nada.

Este caso nos llena de indignación y nos hace sentir identificados, y debiera identificar a todos los que sabemos escribir un simple “hola mundo” en  visual basic y que hemos soñado con desarrollar nuestras propias aplicaciones, no pensando en ganar plata sino en aportar al uso de la tecnologìa para facilitar la existencia cotidiana.

Aunque sabemos que resulta improbable que ocurra, es oportuno exigir una disculpa y una compensación tanto de Redbanc como del sistema judicial chileno, por haber hecho pasar a una persona intachable por un trance como el que les hemos relatado. Y si el afectado es demasiado modesto o quitado de bulla como para pedirlo por sí mismo, entonces lo pedimos nosotros.

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