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(014) La trágica historia del Crunchpad

Hace dos años Mike Arrington, mamdamás del sitio TechCrunch (a su vez, una ve las fuentes más influyentes en la actualidad y opinología tecnológica) decidió que era hora de tomar la iniciativa ante lo que él percibía como un problema sin solución: la falta de una tableta de navegación simple, liviana, barata y que sólo hiciera aquello para lo cual la necesitaban.

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Empezó como una declaración de intenciones, diciendo “Queremos una tableta muy simple, ayúdennos a construirla” y luego evolucionó en otra cosa, algo mucho más ambicioso, que los hizo pasar de un blog -influyente, pero aún así un blog- en un potencial fabricante de hardware. Pero como la vida no es fácil,  sus sueños se vieron bruscamente interrumpidos y todo terminó en una contundente batalla legal que todavía no termina.

Esto de la blogósfera, y más especialmente “El Web-Set” es un poco como esa cita de Macbeth

Life’s but a walking shadow, a poor player, That struts and frets his hour upon the stage, And then is heard no more. It is a tale Told by an idiot, full of sound and fury, Signifying nothing.

Todo los dimes y diretes entre los grandes personajes de la blogósfera son una historia contada por un idiota, llena de ruido y furia, pero que no significa nada. Cuando los Arringtons se muestran los dientes con los Om Malik, o los Scobble con los O’Reilly, o Chris Anderson con Jason Calacanis, es sólo un juego de egos que no conduce a ninguna parte. Eso último es varias veces más cierto cuando miramos, por ejemplo, la realidad de los twitteros de este lado del mundo. Pero por cada Tim Berners Lee hay una decena de opinólogos que sólo se dan vueltas en lo mismo. Eso no es algo malo, es simplemente un tema probabilístico. Incluso los grandes inventores pasan por muchos fracasos antes de dar con algo bueno.

Por lo mismo, también es estadísticamente posible que gente que ha pasado su vida en la opinología tecnológica de pronto tenga una epifanía y conciba que hay una necesidad no satisfecha: esa es la raíz de los grandes productos, y no el generar inventos a lo loco a ver si alguien los necesita.

A mediados del 2008 Mike Arrington hizo exactamente eso. Se dio cuenta de que había tablets en el mercado, pero ninguna como la que la gente necesitaba. Era injusto que ante algo que muchos querían tener, cada cual tuviera que optar en cambio por una solución lo menos mala posible. Muchos querían -queríamos- una tableta delgada, de resolución decente para navegar, barata, liviana y que sólo sirviera para surfear la web. Incluso llegó a pensarse que usara Firefox como única interfaz de escritorio, corriendo sobre un linux ultra-recortado (hoy existe algo similar que es Chrome OS)

A cambio, había un abanico de productos que se alejaban de ese concepto por diversos ejes: no sólo eran productos caros, sino con pantallas demasiado pequeñas y de resolución insuficiente, productos que tenían todas las funcionalidades de un PC (un 99% de las cuales no se necesitaban cuando la idea es sólo navegar), algunos muy pesados, gruesos… en fin. Tabletas había algunas, pero ninguna satisfactoria.

A lo mejor en un comienzo Arrington pensaba que algún fabricante tomaría el tip y decidiría fabricar algo como lo propuesto. Pero las cosas no siguieron exactamente ese camino y de pronto, TechCrunch se encontró haciendo reuniones de diseño con una firma de ingeniería que les propuso asociarse para fabricar el producto por sí mismos, bajo el nombre comercial Crunchpad.

El Crunchpad

Se podría haber llamado Cruchslate, Arringtablet, TechPad y de muchas maneras. Al final se llamó Crunchpad en una época en que nadie sospechaba que Apple estaba trabajando en un tablet ni menos que podría llamarse iPad. En la práctica nadie asociaba “Pad” con una tableta hasta que acuñaron el nombre Crunchpad.

Ya en enero de 2009 el proyecto estaba en su segundo prototipo.  Se habían asociado con la firma Fusion Garage, originalmente de Singapur y a esas alturas funcionando en Silicon Valley, junto a quienes definieron la composición básica del equipo:

  1. Procesador VIA Nano
  2. 1GB de memoria RAM
  3. 4GB de almacenamiento Flash
  4. OS Ubuntu Linux
  5. Navegador Webkit.

Ciertamente, en ese video parece un voluminoso Etch-a-Sketch, pero en abril de ese año se vieron nuevas imagenes y el diseño se había adelgazado mucho. Todo parecía ir sobre ruedas, salvo por que el precio calculado ya no sería de USD 200 como pretendía Arrington al principio, sino que habían pasado a USD 300.

Finalmente, en junio 2009 salió a la luz lo que sería el diseño definitivo, el aspecto final del Crunchpad, muy parecido al render originalmente concebido por Arrington, que mostramos al inicio del artículo.

Poco tiempo después se supo, además, que el precio objetivo había subido a USD 400 y que saldría en noviembre. Además, habían cambiado el  procesador VIA Nano por un Intel Atom. Pero el tiempo pasó, noviembre llegó y no había señales del aparato, llegando al punto en que se rumoreó su cancelación debido a que los costos se salieron del programa y -de proseguir- terminarían vendiéndolo a USD 800. Estos rumores se combinaban con desmentidos de Arrington que afirmaba que el proyecto seguía en pie. Al final de ese fatídico mes de noviembre 2009, supimos la firme, dura y terrible verdad: el Crunchpad ya no existiría, pero era por razones mucho más oscuras que las que esperábamos.

La Traición

Mike Arrington conoció a la gente de Fusion Garage el año 2008, cuando esa empresa trabajaba en el llamado “Project Fuse”, un ideal de hacer de un browser todo el sistema operativo de un aparato. No vale mucho la pena explicar qué significa esto ahora que existe Google Chrome OS, pero en su momento parecía una idea innovadora, sólo que nunca la terminaron. Fusion Garage estaba capitaneado por Chandrasekar Rathakrishnan, nacido en Singapur y titulado en Oxford de un grado de Ciencias de la Computación, fundador de varios startups y aparentemente un ejecutivo y líder competente.

Fusion Garage se reunió periódicamente con Arrington para definir las características del producto, aterrizando algunas expectativas y probablemente añadiendo otras. Esta empresa tenía contactos con el mundo productivo y de maquila en el lejano oriente que la gente de TechCrunch no manejaba. Eso es algo importante de notar: los medios periodísticos suelen interactuar con los mandos de relaciones públicas y márketing. En algunos eventos particulares uno también se topa con gente de ingeniería, los llamados field engineers. Pero gente de producción, el tipo que toma la orden en la fábrica de Shenzen, ese contacto no lo tiene ningún blogger. Rathahrishnan lo tenía, particularmente en Pegatron, el brazo de Asustek que fabrica ODM a pedido.

En algún momento de noviembre, Chandrasekar Rathakrishnan escribió a Arrington diciéndole que daban por terminada su aventura en conjunto. En otras palabras, que lo botaban del barco que él mismo había impulsado y decidían proseguir solos. Tan solamente le ofrecían comprarle el nombre “Crunchpad” pero si no quería venderlo, saldrían con otro nombre. Le ofrecían también la posibilidad de seguir en el proyecto pero ya no como socio, sino omo RRPP y evangelista de la plataforma. Nunca entendimos bien los argumentos con que lo relegaban a esa posición, pero el correo de Rathakrishnan incluía la cita del correo que había recibido del inversionista Bruce Lee (no es broma) conminándolo a sacar a Arrington del proyecto:

Sabemos que Arrington y TechCrunch le aportan algo de valor a tu emprendimiento (sic). Si él acepta nuestros términos, lo haremos asumir el rol de visionario/evangelista/líder de márketing, y Fusion Garage adquiriría los derechos a usar la marca y el nombre Crunchpad. Yo, personalmente no creo que el nombre sea importante pero sé que le tienes apego.

Claramente esto violaba todos los acuerdos verbales contraídos entre TechCrunch y Fusion Garage en el transcurso del proyecto, pero estamos bastante seguros de que por su inexperiencia, Arrington no se preocupó mucho de la parte legal y avanzó sin amarrar cada detalle de sendos contratos. Por lo mismo, lo que el sentido común indica que es una apropiación flagrante de propiedad intelectual, y violación de acuerdos de confidencialidad amén de secretos comerciales y más, para una corte puede ser un simple malentendido que -en ausencia de papeles que lo demuestren- no tiene nada de ilegal. Arrington por supuesto prometió demandas y finalmente  no se quedó en amenazas, sino que  efectivamente llevó sus argumentos a la corte. La demanda se presentó en diciembre del 2009 ante la Corte Federal de California, y todavía no se resuelve.

Fuera de eso, Arrington dijo que no volverían a hablar del tema mientras no se resolviera en la corte, y manifestó su molestia con la prensa tecnológica que linkeaba generosamente al sitio de pre-orden levantado por Fusion Garage cuando, según él, eso era una manifestación de apoyo a quienes habían hecho una jugada muy sucia. Además, dijo que Fusion Garage siempre estaba al borde de la quiebra, que había sido él el gestor de muchos preacuerdos con inversionistas que permitirían construir el aparato… pero ahora que lo habían bajado del barco se iba junto con los inversionistas y eso condenaría a Fusion Garage a la ruina.

El fracaso del JooJoo

El Crunchpad fue rápidamente rebautizado como JooJoo, y junto con el cambio de nombre Fusion Garage salió a dar su versión, en la cual Arrigton había sido un simple advenedizo que se les acercó a contribuir en una idea que ellos tenían de antes, y a la cual no aportó nada significativo. Aunque todos recibimos esa historia con escepticismo, hubo otra noticia que nos resultó completamente creíble: el precio objetivo había subido a USD 500, a la par con el iPad más básico.

En marzo del 2010, cuando faltaban pocos días para su salida a la venta, Fusion Garage mostró su GUI definitiva y anunció también sus componentes. Lo más llamativo era el uso de un Intel Atom N270 y video NVIDIA ION. Dijeron además que reproducía casi todos los formatos de video imaginable. El sistema operativo era un núcleo Linux sobre el cual habían construido un escritorio custom.

El JooJoo finalmente llegó en abril, después de varias semanas disponible para ser preordenado. Lo más vergonzoso es que las fuentes indicaban que se preordenaron menos de 100 unidades. Luego de que los blogs de tecnología más influyentes del orbe (Engadget, Wired, PC Magazine) lo probaran y arrojaran opiniones muy negativas, la situación empeoró. Producto de la cancelación de algunas preórdenes, terminaron vendiendo sólo 64 unidades.  ¿Justicia divina?

De a poco, cada vez se fue escuchando menos sobre este ominoso producto. Por ahí lo mostraron corriendo Windows 7, otros le instalaron MacOSX. al final, quien sea que haya metido plata en Fusion Garage es casi seguro que no la recuperará. Así funcionaba esa gente, apropiándose de lo ajeno y tratando de darle el palo al gato con eso.

Hay algo que rescatar: Mike Arrington concibió una idea que encarnó lo que muchos queríamos tener, años antes de que cualquiera lo ofreciera en un mix adecuado. Todo salió mal y al final Arrigton terminará pasando más tiempo con los abogados que con los ingenieros. Pero elevó una voz de protesta genuina haciéndose escuchar por la industria: “Esto queremos ¿Cómo es posible que nadie lo esté fabricando?“.

No sabemos si fue por eso o por otras razones, pero dos años después el mercado está en fiebre de iPads y muchos otros fabricantes están alistando productos con los cuales entrar a la competencia. Casi se podría decir que Arrington impulsó lo que dos años después se convirtió en el formato de moda. Un triunfo moral para él, supongo. ¿Y Fusion Garage? Bueno, ahí sigue, con unas pocas decenas de unidades vendidas, y una demanda en ciernes que ojalá pierdan por goleada.

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