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Celebrando Online: cómo cambian los tiempos

Via Twitpic – @mcalderon

Hace 13 años, cuando Chile clasificó al mundial de Francia, salimos a las calles a celebrar con mis amigos. Éramos 6 y creo que dos tenían celular: yo definitivamente no usaba esa clase de aparatos y pensaba que podría pasarme el resto de la vida sin usar uno. Ahora en pleno 2010, aunque parece que ha pasado tan poco tiempo, el uso de la tecnología para esta clase de sucesos es radicalmente distinto.

Recuerdo que esa vez nuestra primera parada fue el barrio Suecia. Andaban noteros de Fox Sports y dimos unas declaraciones que no tenían mucho de conexo pero sí harta pasión. Pubs como el Quai Sud y el Entre Negros abrieron sus puertas pese a que era domingo y la gente andaba obviamente premunida de botellas y latas de cerveza con la anuencia de la policía que hacía la vista gorda.

Como dije antes, sólo dos de nosotros tenían celular y yo no me contaba en ese grupo, de hecho le tenía distancia a tales aparatitos y me negaba persistentemente a adquirir uno. Resultado: a la media hora nos perdimos y terminamos celebrando cada uno por su lado. En ese tiempo eran cosas que pasaban y la única medida de mitigación era quedar previamente de acuerdo para juntarse en un lugar a cierta hora si todos nos perdíamos. Eso hicimos. Cuatro horas después fuimos llegando, ya bien celebrados, al depto de uno de los amigos que vivía por ahí cerca.

Hoy las cosas son bien distintas. Primero, ya nadie va a celebrar al barrio Suecia, pero más importante, ahora la mayoría de la gente tiene un celular capaz de sacar fotos y videos, y viven permanentemente compartiendo sus experiencias. Comúnmente no me importa lo que escriben porque “me estoy comiendo una pizza” no es realmente información estratégica, pero hoy noté cómo han cambiado las cosas. Meterse a Twitpic era como acceder a una ventana dimensional a través de la cual todos estábamos viendo el partido en el mismo lugar, un mismo galpón gigante en donde cabían todas las casas, todos los departamentos, todas las oficinas, los restoranes y pubs, el mercado central, la vega y también la gente que ve el partido en plena calle en una pantalla gigante.

(cc) Flickr – jccamus

No es que me asombre la existencia de la tecnología, porque lleva aquí mucho tiempo. No me asombra tampoco la costumbre de usarla para compartir la vida cotidiana porque hay gente que tiene esa costumbre hace fácil dos años. Pero esta vez coinciden la tecnología, la costumbre, la relevancia y la alegría. Eso último es importante, la alegría. Estamos conscientes de que para el terremoto las redes sociales y en menor medida las colapsadas redes celulares cumplieron su función estratégica, pero esta vez los bits transportan alegría, transportan sentido de identidad nacional, calidez y efusividad.

Usualmente no me importa qué pasa en la oficina del lado, pero hoy veo Twitpic y leo Twitter y me siento amigo y colega del grupo de oficinistas que se juntó a las 7am con un termo de café. Me siento pariente con la familia que se juntó a tomar desayuno

Via Twitpic – @patogon

Via Twitpic – @cristianmillans

Via Twitpic – @clauameller

A través de Youtube no sólo estoy en una oficina de Providencia escribiendo esto. Estoy también en la Plaza de Armas de Talca gritando a todo pulmón.

Y en la Avenida Valparaíso de Viña del Mar camino al lado de un grupo que no le hace asco a las vuvuzelas

En fin, resumiendo, me resistí olímpicamente hace 13 años cuando todos me sugerían comprar un celular. Al final, lo terminé comprando el año 2001 a regañadientes. Hoy creo que no sólo no podría trabajar sin él, sino que además, gracias a su masividad, a sus prestaciones y a que hasta las abuelitas saben usarlos, tenemos fotos y videos para dar y regalar, y aunque ví el partido con 5 colegas haciendo el relato de Ferplei, siento que lo ví con varios millones de personas a las que podía escuchar y ver saltando y gritando en tiempo real. Estuve en todos lados al mismo tiempo, y con todos mis compatriotas a la vez.

¿He tenido una epifanía tecnológica o sólo estoy muy contento? Qué importa, celebremos mejor.

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