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El problema de la “muerte digital”

…O qué pasará con tus datos cuando te mueras.

El jueves pasado se llevó a cabo en Mountain View, California, un evento denominado «Digital Death Day«. En él, como se desprende de su propio nombre, se divagó en torno a la relevante cuestión de qué ocurre con los datos digitales o «vida virtual» una vez que se ha dejado este mundo.

El problema, sin embargo, parece estar lejos de ser resuelto. O al menos esa es la primera conclusión que obtuvieron los autores, abogados, directores de funerarias (para darle el toque lúgubre a la cosa) y activistas digitales que intercambiaron opiniones en la reunión. Y si bien una lectura rápida del tema podría llevarnos a pensar que nada grave podría ocurrir con tu cuenta de Gmail o Facebook una vez puesto el pijama de palo (después de todo estarás muerto), lo cierto es que sí se suscitan ciertas cuestiones de suma complejidad.

Un ejemplo de problemas derivados de la «muerte digital» son la «herencia de bienes virtuales». Es decir, ¿a quién le vas a dejar ese súper martillo destructor de traseros de magos (virtual) que compraste por mil dólares (reales)? O, ¿tienen derecho tus familiares a abrir tu cuenta de correo, encontrándote tú en un estado en el cual ya poco te importaría?

Otras conclusiones generales alcanzadas permiten entrever que actualmente no existe una práctica o política generalizada de los distintos medios de Internet en torno al tema, según explica Kaliya Hamlin, organizadora del evento. Ejemplo de ello son el caso de Facebook y Gmail.

Por parte de la red social del amiguito Zuckerberg, cuando un usuario ya no está con nosotros se crea en su perfil una especie de memorial virtual, el cual será administrado por los «cercanos» (amigos o parientes del difunto), y en el que las personas pueden pasar a dejar sus mensajes a modo de recordatorio o conmemoración (eso sí, ya no se puede agregar al tipo en cuestión como amigo).

Notoriamente distinto es el caso de Gmail, pues se trata de un servicio de correo y no de una red social (más allá de la obvia diferencia semántica, creo que cada uno podrá entender las implicancias de abrir una cuenta de correo y el perfil de un usuario sabido muerto). Por ello, Google difícilmente entrega los datos de la cuenta a familiares o amigos cercanos del ex usuario.

¿Pero qué sería de las redes sociales sin el siempre tan querido Twitter? Pensándolo bien, la muerte de un simple usuario (bueno, no tan simple para efectos de lo que se explica a continuación) también podría tener implicancias, incluso económicas, en la red de microblogging. Piénsese, por ejemplo, en una cuenta popular con una extensa cantidad de «followers». Desde luego, se trata de un «capital social» que podría ser monetizado y que a más de alguno le gustaría aprovechar (cómo cambian los tiempos, ¿no? Antes el hijo mataba al padre para quedarse con la casa o el auto, ahora no faltará el que querrá quedarse con la cuenta de Twitter).

Como sea, el problema no tiene hoy una solución común. Y en la medida que cada día que pasa Internet se hace más social, resulta fundamental consolidar ciertos estándares respecto a cómo debieran manejarse los datos privados una vez muerto.

Link: What happens to your data after you die? (THINQ.co.uk)

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