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Apple vs Apple

Nicolás Rencoret se atreve hoy con un planteamiento que muchos intuyen pero pocos reconocen: el éxito de Apple no recae tanto en la calidad de sus productos como en el ritmo adrenalínico de sus lanzamientos ¿Podrán mantener el éxito en un año desprovisto del vértigo de los lanzamientos de años anteriores?

El año del Keynote sin Jobs

Phil Schiller, vicepresidente marketing a nivel mundial de Apple fue muy valiente cuando se presentó en el escenario del Macworld Expo 2009. Debía no solamente reemplazar a Steve Jobs ante los ojos de fanáticos, periodistas e inversionistas, sino que debía mostrar que Apple no había perdido su ímpetu aun cuando el CEO de la empresa no estuviese gozando de buena salud. Todo lo anterior no solamente lo tenía que hacer desarrollando una presentación de altísimo nivel, sino que debía presentar novedades de la empresa que estuvieran a la altura de lo que Apple tiene acostumbrado a su público.

Descontando este último punto, la presentación de Shiller fue muy correcta y se manejo con propiedad en el escenario. Los puristas pueden criticar que no es un Steve Jobs, pero la verdad se nota que el puesto no le queda grande. Sin embargo, la desazón que sembró su presentación se baso en los productos que presentó, los cuales no llenaron las expectativas de la mayoría de las personas.

Con expresiones de aburrimiento, desencanto y molestia se le dio cobertura a este evento. ¿Eran realmente tan malos los anuncios que hizo Schiller? Personalmente, creo que no lo fueron. Lo que mostro de iLife fue muy atractivo, lo de iWork fue una progresión lógica, el Macbok de 17 pulgadas fue remozado y justifica su titulo de tope de línea. Adicionalmente, hubo anuncios que pocos le prestaron atención pero que eran muy llamativos como el Mac Box Set, que incluye iWork, iLife y Leopard a un precio muy razonable y el anuncio que toda la colección de iTunes pasara a ser libre de DRM.

Sin embargo, la mayoría de los que cubrieron el evento sintieron que quedaron con gusto a poco y por ende, esto muestra que Apple está entrando en un periodo, que por decir lo menos, es poco prometedor.

Tomando solo el caso de iLife, hay empresas que con solo ese producto estarían entusiasmadas pues tendrían un producto estrella entre sus manos capaz de justificar su existencia. Probablemente los reportajes sobre dicho producto, si fuese desarrollado por otra empresa, hubiesen sido mucho más positivos. Pareciese ser que Apple está sintiendo todo la presión del monstruo que ellos mismos crearon: una fuente inagotable de innovación capaz de cambiar las reglas de los mercados en donde participa. Pero la traducción de esto pareciese estar atada a hardware con muchas de sus funcionalidades agregadas por el software.

Parece ser que sin un producto que explote las sinergias entre hardware y software y que revolucione el mercado, Apple no puede triunfar ante la opinión pública. Esto quedo claramente plasmado en el lanzamiento del Macbook Air y la última línea de iPods.

Lo que muchos reporteros no han entendido, es que no hay empresa en el mundo que pueda sostener el ritmo de innovación que ha mantenido Apple en los últimos años de forma indefinida. De hecho, Apple es probablemente la única empresa que ha sido capaz de revolucionar el mercado de forma violenta en menos de una década tanto con el iPod como con el iPhone. Sin embargo, en general la gente se ha preocupado más en este tipo de problemas que en el problema principal de Apple, que es el que puede detener su crecimiento en el futuro: su propia personalidad.

Cuando uno piensa en Apple, uno fácilmente puede asociar la empresa a la palabra exclusión y no a la palabra inclusión. El deseo por controlar el “sistema” es tan obsesivo que en el camino se pierden oportunidades para mantener un crecimiento explosivo. Esto se ve claramente reflejado su sistema operativo, en la forma como se vende y se sincroniza su música, en la forma como se negocia con los proveedores de telefonía celular y con los desarrolladores y en como la estética va por encima del deseo de los clientes.

Esta personalidad de Apple está claramente reflejada en su “motor” principal, Steve Jobs, quien en donde haya trabajado, se ha preocupado por mantener siempre el control sobre bajo qué condiciones se puede comercializar un producto. En este sentido, Jobs piensa en productos que sean exitosos para el público en general, pero por lo general siempre desarrolla estrategias para conquistar nichos.

Esto se vio claramente reflejado con la primera versión del iPhone, con su contrato de exclusividad con AT&T, con un ecosistema cerrado que no consideró a los desarrolladores y desde luego, con una batería no removible. Las débiles ventas (una vez pasado el vendaval inicial) demostraron que el producto no iba a cumplir con las expectativas que se habían anunciado. Por ello, el iPhone fue abierto a desarrolladores y a muchos proveedores de telefonía en el mundo. Solo en ese momento, los números de ventas se comenzaron a acercar a las proyecciones iniciales.

Sin embargo, una vez pase la novedad de dichos productos, si Apple no introduce un nuevo producto para cubrir el déficit de ventas, la empresa se detiene, salen las críticas y la percepción sobre su ritmo de innovación comienza a ser negativa, pues a la luz del tiempo y de la competencia, sus productos se ven menos atractivos. Para lo anterior, que mejor ejemplo que el reciente lanzamiento del Palm Pre, que se lanzó al estrellato con su mero anuncio y demostración.

Viendo lo anterior, el problema de Apple no es su presente, sino su futuro pues ya desde hace un tiempo tiene menos argumentos para ser líder en los segmentos que compite y la potencia de sus ventajas competitivas se van desvaneciendo, lo cual hace que el precio comience a ser un factor más relevante dentro de la ecuación de valor de los consumidores.

Este problema obviamente se ve agravado en épocas de crisis económica, por lo que su panorama, considerando que el grupo objetivo que suele conquistar Apple es uno que está dispuesto a gastar sumas importantes de dinero en sus productos, se ve menos alentador.

El regreso de Jobs a Apple fue la mejor decisión que se pudo tomar, para revitalizar a una empresa que estaba en una muy mala situación. Pero dicha decisión trajo consigo un sistema inmanejable, un círculo vicioso, en el cual el control excesivo solo puede existir mientras el ritmo de innovación sea sostenible para evitar los ataques de la competencia y la racionalidad de los consumidores. Ahí es donde nace el descontento con la presentación de Schiller, el monstruo que durante mucho tiempo intentaron controlar, ahora está comenzando a asomar sus garras. Para mantenerlo a raya, Apple necesitara un dardo tranquilizante y hasta el momento no hay indicios que lo haya encontrado.

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