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Internet, la Herramienta de la Libertad

Como todo martes, Nicolás nos tiene una nueva columna para disfrutar. En la de esta semana, hablaremos sobre libertad, datos y privacidad, un tema de interés para todos quienes leen nuestro sitio y que por ende ocupan Internet.

La semana pasada visitamos un escenario futuro en el cual, gracias a la tecnología, podemos estar en riesgo de perder mucho de lo que somos como individuos debido a que cada vez renunciamos con mayor frecuencia y sin dar lucha, a nuestra privacidad dejándola en manos de terceros. 

Terceros que tienden cada día a consolidar esta información y dictar sobre lo que podemos o no hacer. En esta segunda parte, veremos que así como la tecnología actúa como un catalizador para que esto ocurra, también actúa como una herramienta de disuasión.

Entre los siglos XVII y XVIII varios pensadores, entre ellos Thomas Hobbes, John Locke y Jean-Jacques Rousseau fueron desarrollando la teoría del contractualismo. Dicha teoría habla que para poder evitar un “estado de naturaleza” (se puede ver como anarquía) se establece un contrato entre el Estado y las personas en el cual estas últimas ceden algunas de sus libertades a cambio de ciertos derechos otorgados por el Estado. Esta teoría es muy racional si analiza como son los Estados modernos, en donde por ejemplo no tenemos libertad para matar personas, pero adquirimos el derecho a que el Estado nos proteja la vida.

Pero al igual que los contratos de negocios, las partes involucradas suelen buscar sacarle provecho a sus obligaciones o por ultimo lograr enmiendas a dicho contrato para obtener mayores beneficios. Esta situación se agrava más aun cuando ciertas prácticas, no reguladas por el contrato, son aceptadas por la contraparte sin oponer resistencia hasta que se vuelven tan habituales, que terminan siendo agregadas en el contrato original sin ninguna discusión.

Este es el escenario que ha ocurrido en nuestra era actual, la famosamente llamada “era de la información”, la cual fue descrita de forma muy breve en el artículo anterior. La tecnología, con su capacidad de almacenar y procesar millones de datos nos clasifica según la información que nosotros voluntariamente hemos entregado. Los dueños de esta información son los que la toman y la utilizan para tanto cosas positivas como otras muy negativas, pero en general cataloga bajo perfiles útiles para ellos tales como “bajo riesgo”, “saludable”, “fumador”, etc. Al ser catalogados, somos más “manejables” por sistemas de información y esto ayuda a determinar a que tenemos o no acceso, con ello predisponiendo mucho de lo que podemos alcanzar según el tipo de persona que seamos. Ejemplos de ello son acceso a créditos, seguros, sistema educacional, trabajo, etc. Al tener estas bases de información privada unificadas, algo que seria prácticamente imposible sin la tecnología, aquellos dueños de la información pueden tomar decisiones arbitrarias que impidan que tengamos acceso a cosas tan básicas como el transporte (desactivando tarjetas inteligentes, por ejemplo) o tan complejas como dejarnos “fuera del sistema” o “apagarnos”.

La infraestructura tecnológica permite un mundo en el que las personas puedan ser monitoreadas y controladas prácticamente a la perfección si se logra convencerles que ceder la privacidad y confiar en medios digitales es lo que nos permitirá avanzar como sociedad. Así, se puede vivir en un mundo en que solo exista el blanco y el negro, el bien y el mal, el uno y el cero. Los humanos no tenemos pensamiento binario, por ende rechazamos clasificaciones estrechas y arbitrarias en nuestra vida. Sin embargo, las maquinas si lo son, y cumplen con precisión matemática y de forma muy rápida, las ordenes que se le asignan siempre y cuando las permutaciones sean limitadas. ¿Qué mejor aliado para el diablo que la tecnología? Encendiendo y apagando opciones, un “administrador de humanos” pudiese definir nuestros niveles de permisos en cuanto a todos los parámetros relevantes de nuestra vida. Juntando esto con la tendencia creciente a la dependencia farmacológica actual, (desde ritalín hasta antidepresivos) sentamos las bases para un mundo tal como lo describió Aldous Huxley en “Un Mundo Feliz”.

Con todo lo mencionado anteriormente, pareciese ser que tal como vamos, no nos vamos a dar cuenta cuando nos cambien los términos del contrato original por unos menos atractivos. Sin embargo, paradójicamente, aun cuando la tecnología es uno de los grandes culpables, también es la gran carta de salvación, representada por uno de sus agentes más emblemáticos: internet. Internet, un sistema descentralizado, anárquico, donde no hay lideres sino facciones y donde no se está obligado a pertenecer a ninguna en particular. No hay nacionalidades en dichas facciones, aun cuando uno es soberano en el territorio donde se inscribe si es respetado por sus pares. Hay rebeldes que cuestionan lo establecido e instalan centros de operaciones que arrebatan credibilidad a la información entregada de forma tradicional. Sitios como CHW entre otros, gracias al apoyo de millones de personas en el mundo, han podido entregar una versión distinta de la información y se han ganado un espacio en la mente de la gente y el respeto de las empresas de tecnología, desplazando con ello a muchos medios tradicionales.

Este gran poder de internet, donde la información y el conocimiento es compartido, difundido y clasificado según su popularidad. Donde un concepto anárquico como Wikipedia se autoregula y modera pues es tan fácil destruir lo hecho como reconstruirlo. También es el lugar en donde si la libertad es coartada, (como cuando se acabo por vías legales a Napster) surgen muchas otras alternativas para evitar que ello vuelva a ocurrir (BitTorrent o eMule).

Nuestra naturaleza siempre se ha basado en la imitación. La imitación requiere compartir información, seleccionar la que encontremos más adecuada, asimilarla y difundirla a otros, esto es lo que nos hace libres y así es como fue concebida internet. La información compartida que sea más popular se convierte en la que se adopta en masa y así, un video de marketing viral o un sitio como CHW se vuelven destinos obligados para las masas. Pero así como se construyen estas bases de popularidad, si los rincones de internet más visitados no son cuidados, pierden su estatus y son relegados al olvido.

Si el entregar nuestra información privada nos hace perder libertades y por ende cedemos el control a terceros, desde las trincheras de internet se desarrollaran sistemas, técnicas, tecnologías y programas que nos permitirán luchar en contra de los poderes que se establezcan. Gracias a este sistema eficiente inherentemente diseñado para compartir información, es muy difícil que se erijan sistemas de control total y en caso de que se desarrollen, tendremos una herramienta igualmente poderosa para combatirlos.

 

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