Desde hace algún tiempo se ha entendido por “nueva generación de tarjetas gráficas” la presentación de una nueva arquitectura. Si bien en muchos casos estas “nuevas arquitecturas” están basadas en las anteriores, en mayor o menor medida, no se habla de nueva generación cuando lo que hay de por medio es sólo un aumento de frecuencias. No, siempre vemos que hay alguna clase de cambio sustantivo: a veces es la arquitectura, otras el proceso de fabricación, otras la interfaz física.
Por poner un ejemplo, en su momento ATi presentó su nueva familia de tarjetas gráficas, Radeon 3xxx, que aunque comparte la arquitectura de la generación 2xxx conlleva, a cambio, una miniaturización de sus procesos productivos – 80nm versus 55nm – y un aumento en frecuencia gracias a lo mismo.
Hoy vemos lo que será la tendencia en la nueva familia de tarjetas GeForce 9, procesadores virtualmente idénticos a la generación pasada, con un aumento en frecuencia gracias a su miniaturización.
Algunos podrán preocuparse pensando que la innovación esta congelada, que sólo veremos reducción de lo que ya existe. Sin embargo, debemos recordar que recién hace una generación de tarjetas gráficas, se reinventó la industria por completo. Con la llegada de DirectX 10 las tarjetas gráficas pasaron de tener unidades de shaders y vertex por separado a unidades unificadas y programables que pueden cumplir cualquiera de estas funciones. Este cambio radical trae nuevas complicaciones y, en vista de ello, no es extraño pensar en que aun estamos en la fase de adaptación, y que es mejor tomarse las cosas con calma. Por lo tanto, a no preocuparse, miren que hasta el día de hoy siempre las tarjetas más nuevas son más rápidas que aquellas que reemplazan y ya sea con saltos de canguro o con saltos de pingüino, estamos avanzando.
