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El Nombre de la Rosa
Una vez intenté leer El Nombre de la Rosa en el idioma nativo de Umberto Eco, o al menos eso pensaba yo. El problema es que el idioma nativo de Umberto Eco es el italiano, pero mientras se me da bastante bien lo de leer en italiano, de ese libro no entendí mucho que digamos, principalmente porque Eco lo escribió como quien dice en clave de relato antiguo. Así como nuestro Quijote tiene términos bastante arcaicos, el Nombre de la Rosa también contenía expresiones que escaparon a mi entendimiento.
Pensé que ver la película me ayudaría a entender el contexto, pero creo que quedé más confundido porque se trataba de un monasterio en donde llegaba el Papá de Indiana Jones con el Joven Indiana Jones y mientras Indiana se revolcaba con una actriz chilena (nota mental: las actrices chilenas son perfectas para el papel de muchachas revolcándose con alguien) su padre Henry Jones resolvía un crimen pero entre medio quemaron a Hellboy y creo que por eso quedó todo rojo.
Pero lo que sí entendí es que en ese tiempo había una división sumamente marcada entre los medios de comunicación a los que podían acceder las clases más vulgares y aquellos vedados salvo para los encargados de custodiar el conocimiento. En otras palabras, esa película es un ejemplo vivo de la manera como la rigidez entre clases sociales tiene una de sus aristas en el diferente acceso al conocimiento. Si en el medioevo un pobretón no sólo no tenía acceso a los libros sino que ni siquiera sabía leer, en la modernidad tiene algunas otras herramientas que democratizan el acceso al conocimiento pero, para qué vamos a autoengañarnos: un ciudadano de escasos recursos difícilmente puede comprar un libro de 100 dólares como esas biblias de ciertas carreras universitarias, y aunque pudiera… ¿de qué le sirve? Sigue siendo un conocimiento que sólo unos pocos elegidos pueden descifrar.
Como dije en la intro, todo era mucho más simple en la época en que no había escritura y todo era tradición oral. Si querías hablar de futbol, hablabas de futbol. Si querías hablar de filosofía, te sentabas cerca de Platón y lo escuchabas conversar con Aristóteles -aunque a esa altura ya había escritura pero el ejemplo es válido- y si querías escuchar la historia de tu pueblo, te ponías a conversar con algún viejito latero dispuesto a contarla: un sólo canal accesible a todos, capaz de transmitir -con sus limitaciones inherentes- todo el conocimiento que se manejaba en esa época.
El tiempo hizo necesaria la diversificación de medios, y el desarrollo de las artes y las ciencias nos llevó por siglos a requerir el uso del papel, para desembocar en las últimas décadas al formato electrónico para documentos, presentaciones, fotos, planos, audio y prácticamente todo. Si lo pensamos en forma derrotista, cada nuevo medio conlleva barreras de entrada que contribuyen a alejar el conocimiento de algunos estratos: el uso de la escritura margina a los que no saben leer, el uso de los computadores, a los que no saben usarlos o no tienen donde acceder a uno.
Considerando lo anterior… la masificación de Internet como el omnicanal que contiene a todos los canales, ¿es un efecto que acerca el conocimiento a la masa o es otra barrera de entrada que margina del conocimiento a los que no tienen conexión? Y en eso pensaba cuando todo tomó la forma de un artículo y entonces me dije: “esto es lo suficientemente complejo como para marear a la teleaudiencia y quedar como el cabrón del tema”. Razón de más para abocarme a la escritura.
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Web 1.0 o la burbuja dot com
Cuando la Web como hoy la conocemos agarró vuelo, o dicho de otra manera, cuando la gente con plata se interesó en la Web, que llevaba al menos un par de años existiendo, empezaron a desarrollarse proyectos más ambiciosos que los servicios relativamente básicos que vimos en un principio.
Era una época en donde los servicios que podían ofrecerse se concibieron como una extensión de los que ya existían: por un lado, transferencia de archivos e intercambio de correos (algo que ya existía antes de la web pero era más feo) y por otro el traslado de los contenidos tradicionales a este nuevo canal que prometía masificarse. Mal que mal, ¿qué tan difícil podía ser traspasar los contenidos de los periódicos del papel al medio electrónico? Hay que pensar que los diarios no ganan dinero por las ventas de ejemplares, sino por las tarifas publicitarias que cobran como función de su tiraje diario. Si por culpa de mostrar el material en la web perdían la mitad de sus lectores en papel, pero el total aumentaba al doble, seguía siendo buena idea, y lo sigue siendo hasta el día de hoy.
Pasó poco tiempo hasta que algunos emprendedores idearon maneras más osadas de sacarle provecho a lo que este nuevo canal ofrecía. Ventas online como Amazon o remates online como eBay pudieron generar una plataforma valiosa que no era una simple adaptación de otro canal, sino un servicio que no podía concebirse fuera de internet en el sentido de dejar vitrinear desde cualquier parte del mundo salvando restricciones espaciales o geográficas.
Y entonces vino una avalancha de gente que se quiso hacer rica viendo cómo los dos ejemplos anteriores convirtieron una inversión mínima en empresas avaluadas en varios millones. Pero por la vieja ley de los rendimientos marginales decrecientes, en realidad muchos de los nuevos proyectos tenían poco sitio hacia donde crecer, o eligieron un nicho poco rentable o juntaron más capital del que serían capaces de amortizar incluso siendo levemente rentables. Al final de esa época, que coincidió con la década de los 90, la mayoría de esos sitios se había desinflado, las empresas que se formaron detrás de ellos habían quebrado y el fenómeno en su conjunto se denominó la burbuja de las punto com, que tuvo su auge y caída y como pasa con los grandes desastres naturales, sólo los edificios más firmes aguantaron el temporal, y de paso aprendieron valiosas lecciones que les permitieron seguir creciendo hasta hoy.
En todo este tiempo, querido lector, la web no funcionó como una manera de democratizar el conocimiento, o dicho de otra manera, se erigió como un nuevo canal de comunicación pero venía de la mano de innumerables barreras de entrada: hacía falta tener un computador y una conexión a internet. Adicionalmente, la maner de desplegar los contenidos no fue más que un refrito de lo mismo, y si me lo preguntan a mí, prefiero hojear un diario manualmente que mirar un PDF en una pantalla de 15″.
Si me lo preguntan a mí, después de mucho bla bla, muchos profesores de ingeniería industrial hablando de posibilidades infinitas de negocios, y mucha más gente creyéndose el cuento y fracasando estrepitosamente, esta primera fase de la historia fue muy entretenida pero nos dejó muy poco que rescatar salvo, claro, la experiencia, que a muchos les enseñó por las malas que no era cosa de inventar cualquier estupidez y hacerse ricos. O eso nos pareció a muchos.
La Web 2.0: ¿Dictadura del Proletariado?
El tiempo pasó, y como ocurre con personas, reinos y malas películas, su efecto fue como una ola que se llevó consigo el recuerdo de los derrotados. Paralelamente, la cantidad de computadoras en los hogares, y de los hogares conectados a internet creció exponencialmente, como también aumentaron los anchos de banda de las conexiones más típicas. De unos cuantos millones conectados por modem, el mundo pasó a tener cientos de millones conectados a través de ADSL, cable o fibra óptica, convirtiendo la posibilidad de transmitir audio o video en algo tan común como alguna vez era el texto plano y las imágenes.
El crecimiento en el número de navegantes y su ancho de banda generó nuevas posibilidades que algunos ocurrentes supieron detectar y llenar. Por poner un ejemplo, sitios como Youtube abastecieron la necesidad de compartir videos, pero un fenómeno mucho más grande estaba gestándose por debajo de la superficie.
Como las cosas se van destilando hasta llegar a su esencia, ese fenómeno se destiló hasta traducirse en la necesidad del lector de convertirse en más que un mero participante pasivo o, dicho de otra manera, el usuario de internet necesitaba de herramientas a prueba de diputados con las cuales expresarse y personalizar su propio rinconcito virtual.
La barrera de entrada que en otro tiempo constituía el código html fue salvada por herramientas que ponían a disposición de cualquiera la posibilidad de escribir su propio blog (pensemos en Blogger o WordPress.com) . Un bien escaso como el espacio para alojamiento web o la transferencia mensual se fue haciendo más abundante y no demoraron en aparecer maneras de alojar y compartir fotos o videos (pensemos en Flickr o Photobucket) y finalmente, aunque es cierto que unas pocas páginas atraen la mayoría de las visitas, y que la página de un solo pelafustán no la visita nadie, sitios sociales como Myspace permiten que todos los pelafustanes tengan su página/perfil en un mismo lugar y se visiten entre sí.
Con esto no quiero decir que todos los perfiles de MySpace sean puros pelafustanes, en absoluto. Es más, hay perfiles realmente elaborados, y personas cuya red social los ha convertido en líderes de opinión así, de la noche a la mañana. Sin ir más lejos, dentro de las 50 personas más influyentes de la Internet , PCWorld nombra a Tila Tequila , modelo y actriz que nadie conocería si no fuera por su perfil en MySpace.
Quiero ser conocida…
A lo largo de toda la historia, había un selecto grupo de autores (o artistas) que generaban contenido, y una infinidad de espectadores o lectores que lo consumían. Ahora, cualquier autor puede ser espectador de la obra de otro, pero no cualquier espectador podía ser autor o artista. Fuera de escribir tu diario de vida o cantar en la ducha, las casas disqueras o editoriales no publican cualquier trabajo. Pues bien: eso ha terminado, y las herramientas que ese fenómeno llamado Web 2.0 pone en las manos del navegante común y silvestre permiten que cualquiera sea escritor, cantante o director de cine, y pueda compartir sus creaciones al público.
He ahí la Web 2.0, querido lector, la caída de aquella barrera que separaba a los autores de los lectores, o la democratización de la creación literaria, musical o cinematográfica. Y al respecto sólo se me ocurre decir: hemos vuelto a la época en que todo era tradición oral, pues así como cada persona tiene una boca y unas orejas, que le permiten hablar y escuchar, hoy cada persona con un monitor y un teclado es público y es artista, es lector y escritor, la pesadilla de un crítico de arte o la utopía de un marxista.
¿Y esto es bueno o es malo?
Primero que nada, no es mi deber ni mi interés pontificar acerca de este tema, pero si me lo preguntasen, tendría que admitir que me encanta el caos generado de la multiplicación masiva de fuentes de contenido. Dicho de otra manera, la vida es más sencilla cuando hay un puñado de medios para informarse, o un puñado de autores cuyos libros leer, un puñado de películas que vale la pena ver. Ciertamente, la cacofonía de videos caseros, columnas de opinión o noticias amateur hace imposible leerlas todas y uno podría horrorizarse al comprobar que por cada video que elige ver en Youtube se está perdiendo un millón de potenciales obras maestras. Pero si tiene que ser así, que así sea, prefiero perderme esas obras maestras para poder elegir qué ver, en vez que permitir que sea un ejecutivo de una productora quien decida que una película vale o no vale la pena de ser rodada.
Sin embargo, hay gente que piensa muy distinto y esto no tiene nada de terrible. Uno de los mayores detractores de la Web 2.0 es Andrew Keen , un escritor o tal vez opinólogo escrito que se precia de ser un veterano de Silicon Valley, lo cual dicho de manera menos glamorosa significa que prendió con la burbuja de la Web 1.0 y fracasó en su proyecto, llamado Audiocafe.com Keen sostiene que estamos parados justo sobre la antítesis que novelas pesimistas predijeron. En vez del regimen totalitario que Orwell ilustraba en la novela 1984, en donde un solo ente gobernaba y viligaba la vida privada de todos, ahora tenemos el caso contrario en donde cientos de millones de entes comparten sus pensamientos, fotos y vida privada. Es una dictadura en donde todos somos dictadores… si acaso esa figura tiene sentido.
Cara de simpatía
Dice Keen que esta “pesadilla” es el culto a lo amateur, que el filtro que permitía que sólo un buen escritor viera su obra publicada, o un buen músico pudiera sacar un disco, se ha destruído, y que ahora cualquier pelagato que quiera ser cantante o escritor o cineasta o fotógrafo puede serlo a través de este medio con mínimas barreras de entrada llamado Web. Claramente, Keen no está viendo una imagen distorsionada de la realidad, de hecho me parece que su visión es completamente objetiva: el vaso tiene la misma cantidad de agua pero él lo ve medio vacío mientras que miradas más optimistas lo ven medio lleno.
Keen es uno de los grandes detractores de la Wikipedia o del planteamiento de Lawrence Lessig acerca de la idea de compartir el conocimiento como si fuera patrimonio de la humanidad. En sus palabras, es contradictorio ver a graduados de baluartes del capitalismo como Stanford impulsando plataformas abiertamente comunistas, pero si me lo preguntan a mí, el mundo es lo suficientemente complejo como para que coexistan economías capitalistas con modelos comunistas en otras áreas: ciencias, artes o medios en general pueden obedecer a su propia estructura de licencias, difusión y compartición (¿existe esa palabra
?). Además, no es la web lo que genera el fenómeno. Para mí, la web sólo provee el medio a través del cual un fenómeno preexistente encuentra un anhelado desahogo.
¿Hay algo más que valga la pena saber sobre la Web 2.0? Bueno, una vez que sabes lo básico ya puedes imaginar el resto, pero hay demasiada gente, para mi gusto, pseudoinventando plataformas que no son más que un remix de cosas que ya existen. Si recuerdan lo que se dijo cuando presentamos el proyecto Catalogg , ese proyecto se rie un poco de la fraseología acuñada en esta Web 2.0, mediante la cual es posible expresar de manera completamente novedosa una idea repetitiva: contenido generado por usuarios, espectadores convertidos en autores o artistas.
El resto, ahora sí estoy de acuerdo, es una burbuja, y el tiempo la hará reventar y destilará el fenómeno de márketing hasta su esencia. Probablemente seguiremos viendo nuevos sitios que tienen en común:
– Lemas fonéticamente novedosos (pero que en el fondo son lo mismo)
– Eliminación arbitraria de vocales, o adición de consonantes (Flickr, Digg)
– Logos en Arial y con reflejo vertical
– Colores pastel
– Abuso del término “beta”
– Dominios de países extraños intentando simular una palabra
- http://www.chaopesc.ao/ (Angola)
- http://www.juntafr.io/ (British Indian Ocean Territory)
- http://www.untragopalada.ma/ (Marruecos)
¿Qué y cómo sobrevivirá a la fiebre de la Web 2.0? La única manera de responder eso es con la tautología de que los servicios realmente novedosos y necesarios sobrevivirán, y sólo se sabrá cuales eran realmente novedosos y necesarios cuando, en unos años más, miremos en retrospectiva a los que sobrevivieron. Así se escribe la historia.