Ciencia

Dos personas recuperan la vista y el tacto gracias a la biónica

Ya existen recambios para casi todos los órganos y funciones del cuerpo humano.

Larry Hester tiene en la actualidad 66 años y hace poco recuperó la visión tras vivir los últimos 33 años ciego. La causa de su pérdida de visión es una enfermedad degenerativa conocida como retinosis pigmentaria, que empezó a afectarle cuando tenía alrededor de 30 años. Por algún motivo de origen genético que aún se desconoce, las personas afectadas empiezan a perder los conos y bastones de la retina hasta quedar totalmente ciegas.

Pero Hester es un hombre con suerte. Es uno de los siete estadounidenses a los que se les ha implantado un “ojo biónico”, una técnica experimental que consiste en aplicar los conocimientos en neurociencia para parchear el circuito entre la retina y el cerebro. El momento en que Hester recupera la vista fue grabado por los médicos del Duke Eye Center donde recibió tratamiento y lo podéis ver en el emotivo vídeo a continuación, donde se le escucha expresar su felicidad y sorpresa.

La biónica trata de emular lo más fielmente posible a la máquina más perfecta que existe: el cuerpo humano. Hoy en día existen recambios para casi todos los órganos y funciones de nuestro organismo en forma de reemplazos naturales o gadgets electrónicos o robotizados.

En octubre del año pasado fue presentado en el Smithsonian Institute de Washington Franck, un hombre biónico valorado en más de 600.000 euros que puede respirar, caminar, hablar, ver y escuchar gracias a que está dotado de extremidades y órganos artificiales, además de un corazón mecánico que bombea sangre artificial por sus venas de plástico.

El objetivo de construir a Franck era juntar todas las partes del cuerpo humano biónicas desarrolladas hasta la fecha por investigadores de todo el mundo en un único robot. Franck ve gracias a una cámara de vídeo, oye gracias a unos implantes los latidos de su corazón artificial y respira gracias a una tráquea de plástico que llena de aire su único pulmón. También dispone de páncreas, un riñón y prótesis de pies, tobillos, caderas, rodillas y unas manos para coger y manejar distintos objetos. Si lo tuvieses delante, él mismo podría contarte cómo funciona su cuerpo, pues dispone de un programa que le permite hablar.

Franck no tiene, de momento, ni estómago, ni cerebro, ni hígado. En realidad, le falta un cuerpo central en el que interactúen todos los aparatos. Y éste es uno de los retos de la biónica en los próximos años: mejorar la interrelación entre los órganos artificiales y el cuerpo humano.

Haber conseguido esta conexión entre hombre y máquina es, precisamente, lo que ha permitido a Harry Lester recuperar la visión. Su “ojo biónico” consiste en un implante instalado en su retina que conecta con su nervio óptico. Mediante un sistema wifi, los sensores de las gafas que lleva Hester envían una señal al chip instalado en la retina, que lo traduce en impulsos eléctricos que envían un mensaje a su cerebro.

Lo que ve Hester no es la realidad tal y como la percibimos nosotros, sino una serie de estímulos luminosos que le permiten distinguir sombras y formas como la de una puerta en una pared. A pesar de ello, la vida de Larry ha dado un giro radical. Ahora puede sentarse delante de la televisión a ver las sombras un partido de fútbol y reconocer la cara de su mujer cuando queda iluminada y en contraste.

Gracias a una mecanismo similar, en concreto unos electrodos que conectan su brazo protésico con su cerebro, Igor Spetic ha vuelto a sentir el tacto de una bola de algodón y ha visto cómo se le eriza el vello de los brazos.

Igor perdió su mano derecha hace cuatro años en un accidente industrial. Hace dos años y medio decidió apuntarse a un programa piloto de investigación liderado por Dustin Tyler, de la Case Western Reserve University cuyos resultados se publicaron recientemente en la revista Science. Los médicos implantaron tres electrodos en los nervios del antebrazo de Spetic que le permiten distinguir 19 puntos diferentes en su prótesis.

El sistema desarrollado por Tyler y su equipo le ha permitido sentir, por primera vez desde su accidente, que toca cosas con su mano. Los científicos ponen a prueba el sistema periódicamente y han visto que, conforme pasa el tiempo, el cerebro establece relaciones entre determinadas texturas y la estimulación eléctrica que envía la prótesis, de modo que la sensación mejora, y con ello la destreza. Tanto que Spetic, tal y como se observa en este vídeo, ha podido volver a coger una cereza con delicadeza, sin aplastarla.

En los próximos años, el desafío es añadir complejidad al mecanismo y que los pacientes puedan saber dónde está el brazo sin mirarlo y percibir sensaciones como el frío o el calor.


La biónica ya no es una utopía. Es una realidad.

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