Ciencia

Tenemos que hablar de la identidad de Jack el Destripador

El Daily Mail afirma haber hallado la identidad de Jack, el Destripador; pero su estudio está lleno de imprecisiones y suposiciones.

En 1888, en los alrededores del distrito de Whitechapel comenzaron a aparecer prostitutas muertas, el denominador común era un corte en la garganta y mutilaciones abdominales, los órganos internos de tres de las víctimas fueron removidos, una tarea complicada (aparentemente) para alguien sin conocimientos de medicina. El 15 de octubre de 1888, George Lusk, jefe del comité de vigilancia de Whitechapel, recibió una carta “desde el infierno”, junto con medio riñón humano preservado en etanol.

La policía rápidamente descartó a los matarifes y carniceros, y un reporte de un cirujano de la policía, Thomas Bond, determinó que el asesino no tenía “ni siquiera conocimientos básicos de anatomía”. Tal vez por la inhabilidad de la policía para ubicar al asesino, el pánico colectivo se unió a la especulación de los periódicos y así nació la teoría  de que el asesino de Whitechapel actuaba solo, cimentando la leyenda de Jack, el destripador.

Durante años se han propuesto cientos de teorías para encontrar la identidad de Jack (incluso se acuñó el término “Ripperology” para describir estos “estudios”). Tratando de combatir la pseudohistoria, el folclor y la leyenda (y de paso ganar unos clics), el Daily Mail ha lanzado una “exclusiva mundial”, escrito por Russel Edwards y el experto en medicina forense Jari Louhelainen, “revelando la identidad de Jack el destripador”, 126 años después del último asesinato en el este de Londres.

Una investigación cuestionable

Empecemos por revisar la evidencia. Aunque el total de muertes en Whitechapel fue de 11 mujeres, la policía solo logró demostrar una conexión entre cinco de estos casos: todas eran prostitutas, las gargantas habían sido “abiertas hasta la espina” y en varios casos faltaban órganos.  Una de esas muertas canónicas era Catherine Eddwoes. Su cadáver fue encontrado a la 1.45am en la esquina de Mitre Square en Whitechapel el domingo 30 de septiembre de 1888 por un policía de apellido Watkins.

Según Edwards, autor del artículo, se encontró un chal al lado del cadáver, empapado en su sangre, sobre el cual “no hay evidencia de su procedencia” y que fue obtenido en una subasta, donde se incluyó una carta de su dueño anterior donde “aseguraba que su ancestro, un oficial de policía, había estado presente en la escena del crimen” el domingo 30 de abril, cuando Jack cometió dos asesinatos, día que pasó a la historia (y fue referenciado en diferentes cartas a la policia) como el “doble evento”.

Uno de los principales sospechosos era el inmigrante polaco Aaron Kosminski, quién vivía cerca de la zona donde sucedían los crímenes y fue institucionalizado por problemas mentales “alrededor de la fecha por la cual terminaron los crímenes” id estun año después.

Según la dupla Edwards-Louhelainen el es el asesino. ¿Su evidencia para probar definitiva y categóricamente esto? Una nueva técnica creada por Louhelainen para recuperar ADN del semen y la sangre que se encuentran en un chal que nadie se había molestado en lavar desde hace 126 años.

Es decir, hablamos de un chal que ha sido tocado por cientos de personas durante años, haciendo las pruebas de ADN menos confiables. Pruebas de ADN cuyos resultados fueron el producto de una nueva técnica desarrollada por Louhelainen, quién parece haber olvidado que ni siquiera las pruebas de ADN fresco son 100% confiables y que tampoco se ha tomado la molestia de liberar en un artículo científico arbitrado por pares el procedimiento detallado que siguió y los resultados de su procedimiento.

Con interés personal de por medio

Si algo se puede demostrar es que, en su afán por desenmascarar a Jack, Russell Edwards incurrió en un doble evento: la publicación de su nuevo libro, la última adición al género de la Riperología (un linaje tan lleno de incesto académico, teorías de locos y leyendas que podría ser el de los Targaryen) y la publicación de sus conclusiones en el Daily Mail.

Tenemos entonces: (a) un asesino rodeado por leyenda, (b) un autor con un nuevo libro en camino y (c) un catedrático que parece haber olvidado cómo hacer ciencia, recopilados por un (d) periódico famoso por sus titulares sensacionalistas y sus afirmaciones audaces.

(Hablando del Daily Mail, ¿Alguien se acuerda de su excelente reputación en lo que concierne a la cobertura del cambio climático? Media Matters, un centro sin fines de lucro, dedicado a la investigación y al monitoreo de la mala información en la web nombró al Mail el “desinformante del año” y su credibilidad científica es básicamente nula.)

Además, ya pasamos por esto. En 1910 el asistente de comisionado de la Policia, Sir Robert Anderson, escribió en sus memorias que el destripador era “un judío de clase baja”,  a lo que Donald Swanson, lider de la investigación agregó en un margen: ”Kosminski” y procedió a añadir que Kosminski había sido llevado al asilo (manicomio) Colney Hatch, donde apenas llegó, murió en 1888. El problema no es encontrar esta copia particular de las memorias de Anderson, con la nota al margen, porque  se encuentra guardada desde 2006 en el Scotland Yard’s Crime Museum, si no que el Kosminski que existió, y al que el Mail acusa, vivió hasta 1919.

Entonces, ¿encontraron, “definitiva y categoricamente“, la identidad de Jack el Destripador? No lo creo. Hasta no ver los métodos, tener una confirmación secundaria y hacer todas esas cosas tan aburridas que hacen que la ciencia pueda decir con cierto grado de certeza que algo es verdadero, no me lo voy a creer.

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