Ciencia

Cómo los golpes hicieron evolucionar a nuestras caras

Los huesos de nuestros ancestros se volvieron más gruesos en ciertos puntos para resistir en una pelea.

Como es obvio para todos aquellos que han participado o presenciado una pelea, la cara suele ser el objetivo principal de los golpes. Esto no siempre es una buena idea, pero ¿quién tiene tiempo de preguntarse eso mientras se encuentra intercambiando golpes con la reacción de lucha o huida está en su apogeo?

Resulta que ese pequeño detalle podría haber cambiado la historia humana, porque todo apunta –según un artículo– a que los huesos de la cara evolucionaron para poder resistir un golpe. La investigación, llevada a cabo por la Universidad de Utah, se encuentra disponible en la Biblioteca Digital Wiley.

Un estudio hecho en el Reino Unido, citado en el artículo, encontró que el 83% de las fracturas, el 53% de los hematomas y el 66% de las laceraciones causadas por peleas son en la cara.

El principal argumento contra esto es que los puños “no son lo suficientemente fuertes para romper la cara”. Pero los datos de cerca de seis estudios diferentes, sugieren lo contrario: los humanos usamos las manos para pelear y, cuando esto sucede, la cara se rompe – y en muchas más ocasiones que la mano.

El otro dato interesante que el estudio analizó fue la teoría de que las nueces y otros objetos duros ayudaron a los primeros simios bípedos a tener la imagen robusta y torpe característica de sus caras. Pero el análisis del desgaste de los dientes en fósiles no encontró evidencia para apoyar esta teoría.

¿Qué quedaba? La hipótesis planteada inicialmente: la estructura ósea de los Austhralopiths evolucionó como consecuencia de sus frecuentes peleas para protegerles del daño.

La última pieza de evidencia que soporta la teoría viene de un estudio que encontró que los humanos modernos pueden calcular correctamente la habilidad de un hombre para pelear escuchando su voz y analizando la estructura ósea.

Ya que ahora tenemos lenguaje –y ya no solemos matarnos a golpes por un puñado de bayas– hemos perdido esa protección y nuestros rostros se han vuelto a volver frágiles como parte de un proceso evolutivo.

[Update] Lo bonito de la ciencia es que las teorías se adaptan y van cambiando cuando surge nueva información, y aquí tenemos un caso interesante en nuestras manos. Brian Switek de la NatGeo está liderando una ola de críticas al estudio diciendo que la hipótesis está bien hecha, pero que la parte experimental brinca a conclusiones que no puede sustentar. Habrá que esperar a ver la respuesta de Morgan y Carrier.

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