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Spotify, ¿Una nueva oportunidad para la industria local?

La popular plataforma es accesible en más países de América Latina. Esto abre nuevas preguntas tanto para los usuarios, músicos y sellos independientes.

Spotify, la plataforma de streaming de música creada en el año 2008, llegó a 14 países de Latinoamérica, incluyendo a Colombia, Chile, Perú, Costa Rica, Ecuador y Uruguay entre otros, que vienen a sumarse a México y Argentina que inauguraron el servicio en la región.

Reconocidos músicos han salido tanto a defender como a criticar Spotify. Por una parte, para algunos este representa una gran alternativa para hacer conocida su música, mientras que para otros no es más que otro camino con el que las grandes discográficas logran quedarse con los beneficios económicos de las obras, dejando a los artistas a la deriva.

Para muchos puede resultar extraño que esta plataforma se haya demorado tanto en llegar a la región. América Latina registra el mayor crecimiento en consumo de contenidos digitales durante el período 2012-2013, según el Informe de Comscore Futuro Digital Latinoamérica 2013. Además, tiene al perfil de usuario indicado para el consumo de productos como Spotify, pues pasa casi 10 horas mensuales en redes sociales y el 65% se mueve entre los 15 y 34 años de edad.

Hacerse conocido o ganar dinero

En el caso de los artistas locales e independientes, el hecho de colgar su música en esta red es algo que hace muy poco comenzó a ser objeto de análisis. La cantante chilena Pamela Sepúlveda, más conocida como Fakuta, subió su disco Al Vuelo (Michita Rex, 2011) a Spotify a través de un administrador de tiendas virtuales, que le daba esta opción además de iTunes. Reconoce que no se fijó mucho en las condiciones que describía Spotify en relación al trato con el artista.

“Soy muy floja para eso. O sea, me fijo siempre en que no se queden con tus derechos. Es que, en realidad, yo liberé mi disco desde un principio. Podías descargarlo gratis desde Michita Rex así que nunca tuve expectativas de tener ganancias. Y través de Spotify llega plata, pero es muy poca. No es significativa en comparación a lo que entra por las ventas en iTunes”, declara.

En un artículo publicado en el mes de octubre en Rockdelux, se le preguntó al compositor español Antonio Luque si la visibilidad es un beneficio superior al económico en estas plataformas. “¿Así que el artista quiere visibilidad y atención solamente? Perfecto. Creo que lo mejor será que nos disequen y coloquen en la plaza del pueblo con un cartel de “Se puede tocar””, fue lo que respondió.

(cc) PiNe87 / Flickr

Carla Arias, periodista y socia en el sello Quemasucabeza, cree que esta plataforma puede beneficiar a los sellos independientes y grupos nuevos. “En nuestro caso, permitió poner discos en países como España en un momento en que los artistas del sello no se conocían para nada. Es la manera en que mucha gente está consumiendo música en otros países, y mientras más personas tengan acceso al trabajo de los artistas con que trabajamos, consideramos que es mejor”, afirma.

Pamela Sepúlveda, también lo consideró como una oportunidad de llevar su música a otros mercados. “Vi que en Europa era muy popular y, además, siempre me ha atraído el uso de nuevas plataformas y tecnologías. Siempre quiero saber cómo funcionan. Un rato tuve Spotify crackeado y me gustó mucho como usuaria”, señala.

“Para los usuarios, Spotify es un buen sistema, porque te permite alcanzar un rango más amplio que Soundcloud o Grooveshark. Me parece que todo apunta a que la gente escuche, vea si le gusta y cuando eso pase quiera comprarse el disco, la copia física. Yo soy defensora de esa arqueología, creo que los reales fans de la música quieren el objeto”, dice.

El dominio de los sellos

Elena Barreras, responsable de coordinación de PrimaveraPro, y quien visitó Chile hace algunas semanas en el marco de Feria Pulsar 2013, cree que la tecnología, en general, no ha cumplido aún con todo lo propuesto. “Ha abierto muchas puertas y ha entregado muchas posibilidades, pero los sellos discográficos grandes siguen teniendo el poder. No hemos llegado a esa democratización o repartimiento de bienes correctos o de forma más justa, que en un inicio se vendía”, asegura.

Efectivamente, para subir música a Spotify hay que hacerlo a través de un sello o empresa intermediaria. “Nosotros no tenemos acuerdos directos porque no podemos tener el control de la licencia de cada uno de ellos”, dice Mia Nygren, encargada de relaciones estratégicas para Latinoamérica de la compañía.

La licencia con los sellos e intermediarios “nos asegura que el contenido que nos dan es legal”, afirma. Spotify está consciente de los cuestionamientos de los artistas, y recientemente lanzó un sitio explicando cómo se genera el dinero.

Durante el anuncio oficial, el CEO de Spotify, Daniel Ek, señalaba de hecho que ya se han pagado más de USD$1.000 millones a los ‘dueños de los derechos’, pero no sabemos cuánto llega a los artistas. “El acuerdo que tiene el artista o la banda con la discografica no lo sabemos, porque es una relación entre ellos confidencial. Nosotros sabemos que el 70% de todo lo que nos entra se lo pagamos a ellos, luego ellos en su lugar le pagarán a los artistas que firmaron con ellos”, indica Nygren.

(c) SPENCER PLATT / GETTY IMAGES NORTH AMERICA / AFP

Elena Barreras señala que hay músicos que están buscando alternativas para romper con este modelo. “Tengo amigos que han decidido no poner su música en Spotify, pero sí en Bandcamp o a través de sitios de ‘paga lo que quieras’. De esta forma, han acabado recibiendo más dinero que en esa plataforma. Un modelo directo como ese para mí sería el adecuado”, dice. Kim Dotcom planteó un sistema de este tipo, llamado Megabox. Un servicio de acceso abierto a música gratis, donde se entregaría una compensación directa a los artistas a través de las ganancias por publicidad.

Lo cierto es que la aún breve historia de la última revolución musical, que vino con internet, ha sido el caldo de cultivo para la creación de nuevos modelos de negocios, pero que siguen sustentándose en la lógica empresarial tradicional.

Lo que está relativamente claro para muchos es que estamos en la era del streaming y ya no tanto de experimentos con música gratis vía descarga directa o P2P. “En una charla de Simon Reynolds a la que asistí, él decía que no creía en las descargas gratuitas. Que enseguida desconfiaba, porque era una devaluación muy grande para un producto que había sido hecho con mucho trabajo”, señala Fakuta. “Mi próximo disco no será de descarga gratuita, porque no quiero llenar el disco duro de nadie que realmente no quiera escucharme. La gente acumula y luego se le olvida escuchar. Es mejor que lo hagan por streaming y después, si tienen la seguridad que les gusta y quieren hacer su aporte, compren el mp3, la polera, el disco o lo que sea”.

Por lo pronto, Spotify trabaja bajo los mismos cimientos de una empresa clásica. Presta un servicio, gestionando productos que no han sido elaborados por ellos, pero que benefician a más de 24 millones de usuarios en el mundo. No así a muchos de los creadores de las obras.

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