Columna

Video en 3D, una tecnología moribunda

Por más esfuerzos que hace la industria de la tecnología por mantenerlo vivo, el 3D simplemente no termina de convencer a los consumidores.

Todo tiene un ciclo de vida. Las moscas viven 20 días, los elefantes 50 años, los árboles ahuehuete más de 500 años, las estrellas miles de millones de años. Las tecnologías, de la misma manera, tienen su ciclo de vida: A veces corto y a veces ridículamente efímero. El cine de 35mm a color nació en 1952 y hasta ahora, como tecnología, está muriendo para dar paso al cine digital.

Los ciclos de vida tecnológicos cada día se vuelven más cortos. Por ejemplo, el CD acaba de cumplir 30 años mientras que el DVD no ha cumplido ni 20 y ya está prácticamente obsoleto.

Algunas distribuidoras de cine, especialmente en Hollywood, están muy conscientes de estos procesos y su aceleración. Mientras que las salas de cine se han actualizado poco en los últimos 100 años, el entretenimiento casero ha tenido múltiples saltos cualitativos. Algunos argumentarán en favor del cine mencionando la transición del sonido óptico al magnético, la llegada del Dolby 5.1, el THX, la evolución de la calidad del grano de la película en la década de los 60, etc. Pero el avance no puede equipararse con el masivo desarrollo que ha ocurrido para el entretenimiento en casa, especialmente en las últimas dos décadas. La llegada del home theater de 5.1 y posteriormente de 7.1 canales, acercaron como nunca la experiencia del cine al hogar. La tecnología HD y el Blu-Ray terminaron con este proceso, dejándonos con una calidad y experiencia ya muy cercanas a la pantalla grande.

La competencia impulsa el progreso y eso lo tienen bien claro cineastas como James Cameron, quienes vieron cómo las nuevas tecnologías de entretenimiento en casa iban arrasando la taquilla cinematográfica y concentraron su interés en la nitidez. Si puedes darte una vuelta a una sala cinematográfica trasnochada, con proyector de filme de 35 mm analógico, podrás notar mucha menor nitidez, casi como comparar un VHS y un DVD, en especial por el subtitulaje que se realiza para los rollos de película de 35mm aún por contacto, dejando un resultado borroso; podrás ver las “marcas de cigarro” en cada cambio de rollo, los arañazos por manejo de la película, etc. ¿Cómo puede competir esa calidad con una buena pantalla full HD alimentada con la información de un Blu-Ray? Simplemente, en cuanto a nitidez se refiere, no puede. ¿Cómo “obligas” a los exhibidores a actualizar su tecnología antes de que sea demasiado tarde? La respuesta: 3D.

Síganme la corriente un rato y verán que tiene sentido. 3D no es algo nuevo. La estereoscopía (sí, así se llama correctamente al 3D) está con nosotros desde hace millones de años. Un felino mira fijamente a su presa con ambos ojos. Su cerebro, por medio de la estereopsis, calcula la distancia exacta a la que está la víctima.

La mayoría de los animales herbívoros tienen los ojos en ambos lados de la cabeza para tener una visión panorámica y sobrevivir como presas. En cambio en los animales de caza, los ojos suelen estar acomodados al frente, permitiendo que buena parte del campo visual de ambos ojos haga convergencia, y de ahí estereopsis. Estereopsis es el proceso que hace el cerebro en comparar las imágenes de ambos ojos y de ahí deducir la profundidad.

Desgraciadamente en el humano se calcula que hasta un 10% de la población tiene problemas para hacer esptereopsis, ya sea por ojo vago, estrabismo u otras causas. Esto excluye por completo a esta población de la experiencia 3D.

La estereoscopía es un invento antiguo

Cuando digo que la estereoscopía es algo muy viejo, no lo digo sólo en la naturaleza, lo digo también en la tecnología; en un cajón tengo guardado un daguerrotipo estereoscópico de hace poco menos de 100 años. Básicamente son dos imágenes fotográficas sobre metal que a cierta distancia de los ojos pueden producir la ilusión de tridimensionalidad. Y es que engañar el cerebro a partir de dos imágenes ligeramente diferentes es un invento que está con nosotros desde 1833. Para 1890 ya existía una patente para cine estereoscópico, por William Friese-Greene, pero no se aplicó la técnica por su complejidad. Luego existieron otros intentos y en 1915 llegó el 3D anaglifo. En el anaglifo filtros de colores ayudan a formar la estereopsis. Básicamente es el mismo principio que el 3D del cine actual pero con filtros de colores en vez de polarizados. Esta técnica se volvió popular en la década de los 60 y todavía en los 80 podía ir uno al cine a marearse con los lentes anaglifo. En la misma década de 1960 apareció una interesante propuesta que llevó al cine a un nuevo nivel de nitidez y con una experiencia más envolvente: el IMAX, con un aproximado de 4 veces más resolución y mucha más luminosidad.

El asunto del IMAX es que tanto el costo para construir las salas como el costo para filmar en este formato lo han limitado principalmente a la factura de cortometrajes y a escasos puntos de exhibición, muchos de ellos con regulaciones que han sido ablandadas, en detrimento de la calidad de la experiencia IMAX, pero esa es otra historia.

Para 1986 ya teníamos el IMAX 3D. Para proyectar en las salas se usan filtros polarizados. Cuando aparece una imagen del proyector izquierdo, el polarizado del lente izquierdo de los anteojos coincide con el polarizado del proyector derecho, anulando la imagen derecha, haciéndonos ver sólo la izquierda. Y viceversa con el otro ojo.

Si se fijan, son los mismos lentes polarizados que usas cuando vas al cine, por tanto la tecnología es vieja. En 1994 tuve el gusto de ver uno de los primeros cortometrajes en 3D, The Last Buffalo, exhibido en Galveston, y como buen cortometraje IMAX 3D, fue una experiencia increíble.

Regresar al público a las salas de cine

Mientras tanto, en los cines convencionales de 35 mm y a pesar de los esfuerzos por mejorar la experiencia auditiva durante los años 90 y 2000, la vivencia cinematográfica se estaba rezagando con respecto a la tecnología en el hogar, donde el Blu-Ray, los televisores HD y el audio envolvente ya estaban más que acomodados. Entonces, como solución, vino la revolución 3D, la moda estereoscópica, Una gran pantomima en donde quisieron hacernos creer que era algo nuevo e increíble, una pantomima que ellos mismos tuvieron que creerse.

De pronto en 2009 era la última margarita del desierto, el futuro había llegado, oh descubrimiento, ¡tenemos dos ojos! Entonces llegó el Rey Midas del cine, James Cameron, y nos enseñó cómo usar la estereoscopía en el cine. Que si no debemos aventar objetos al espectador, que si no debemos forzar demasiado el efecto, que si el centro de interés debe tener el mínimo de que si un objeto se corta se ve mal, etc. Avatar fue un éxito en taquilla, no sólo por lo bien que logró Cameron y su equipo manejar el 3D, sino también por el sobreprecio de las salas 3D. Al 3D la siguió la vacilada del 4DX, que si el término 3D es inexacto, el 4DX es completamente aleatorio. Sensorama hubiera sido una mejor palabra.

No han pasado ni cuatro años y ya todo mundo se subió al barco del 3D estereoscópico, los fabricantes presentaron cámaras y televisiones estereoscópicas, los softwares de edición y animación 3D hicieron lo propio, hasta las consolas de videojuego actualizaron su software o hardware para lograr el truco.

El 3D se volvió cosa de todos los días en 2009 y algunos locos y yo nos mantuvimos escépticos ante una tecnología que nos parecía imperfecta. Digo, para cortometrajes como el del Último Búfalo, que comenté, o cualquiera visto en un verdadero IMAX funcionaba muy bien, pero los largometrajes son una bestia muy diferente.

Los problemas…

Primero que nada, uso anteojos, así que la suma de los reflejos en mis lentes más los reflejos en los lentes polarizados hace la experiencia difícil de sobrellevar. Luego la imagen, como todos han notado, se oscurece muchísimo, tanto como un paso de exposición fotográfica, según apuntan los expertos; todos hemos sufrido alguna vez al perdernos en un lodoso mar de negros en películas 3D demasiado oscuras o mal fotografiadas. Todos estos problemas surgen con los lentes polarizados, problemas que han sido resueltos en televisiones con lentes electrónicos LCD que parpadean en sincronía con la televisión, evitando el problema de la pérdida de luminosidad. Eso o de plano las pantallas que no necesitan anteojos, que lanzan las imágenes en ángulos determinados fijos o variables según la posición del espectador.

Pero el asunto es que no todos los problemas están en los anteojos, sino en el medio mismo, o en nuestra habilidad para leer el medio. Hace ratito mencionaba que la tecnología funciona bien para cortometrajes, pero no para largometrajes. ¿Por qué? La respuesta está en nuestros propios ojos y cerebro.

Walter Murch, veterano editor de Hollywood, describe bien el problema. Desde siempre, los animales con visión estereoscópica nos hemos acostumbrado a enfocar y hacer convergencia de ambos ojos en un mismo punto. Si tomo una manzana en mis manos con un agujero y de éste aparece un sonriente gusano asomándose, enfocaré mi vista en la cara del gusano, desenfocando el resto de la escena. De igual manera mis dos ojos harán convergencia en ese punto, formando un triángulo imaginario donde el vértice es la lúdica cara del bicho, mismo punto donde hago foco. Hasta ahí todo bien, mientras no acerque la manzana a mis ojos no sufriré ninguna incomodidad ni mareo, finalmente son mis ojos, mi cerebro y una escena real a la que estoy habituado.

El problema con el cine es que esto no es así. Digamos que estás sentado en la sala de cine de una película 3D y te acomodaste a 15 metros de la pantalla. Bueno, esa será tu distancia focal durante toda la condenada película, pero la convergencia variará entre lo que le llaman el paralaje negativo y positivo de la pantalla. O sea cerca, lejos. De pronto tus ojos estarán haciendo convergencia a 25 metros de distancia, después a 5, pero deben seguir enfocándose a 15 metros, no importa las decisiones que hayan tomado el director, el estereógrafo de la película y el constructor de la sala, por más que haya cerca y lejos en el truco de la estereoscopía, eso no cambiará tu distancia focal. Tener desligados convergencia y distancia focal es algo para lo que nuestros ojos y cerebro no evolucionaron, y por lo tanto se transforma en algo fatigante.

Cuando estás viendo una película convencional, dígase pues 2D planita y quieres explorar la imagen, lo harás sin limitaciones, como en un museo o una playa nudista, pues convergencia y foco estarán en el mismo punto. Pero explorar en una película 3D es cansado e incómodo, y con el tiempo hasta doloroso. Así, los directores tienen que elegir entre mucha profundidad, que produce cansancio rápidamente o poca profundidad, que puede terminar haciendo completamente innecesario el asunto del 3D. Aparte, para evitarnos la fatiga excesiva, guían nuestros ojos a los puntos donde el paralaje es casi nulo, es decir, objetos que se perciben exactamente a la misma distancia que la de la pantalla.

A todo este asunto agreguemos los 24 cuadros por segundo en que corre el cine convencional. 24 cuadros por segundo es un estándar que arrastramos desde los tiempos en los que el cine empezó a tener sonido: 1926. El rollo de los 24 cuadros por segundo es el mínimo necesario para disimular el efecto estrobo, que es el efecto de parpadeo de las imágenes fijas de cine; todos hemos visto fragmentos de las películas de los Lumière y los movimientos no se ven muy fluidos que digamos. En el cine convencional, en algunos paneos, especialmente a ciertas velocidades y con altos contrastes este efecto, o mejor dicho defecto, se hace evidente.

En 3D el efecto estrobo es un problema, ya que nuestro cerebro está buscando obsesivamente los bordes para saber dónde hacer la convergencia de nuestros ojos, y más que nada busca predecir dónde estarán estos bordes en los próximos instantes para mover los ojos de acuerdo a eso. El problema es que estos bordes se actualizan apenas 24 veces por segundo, por lo que predecir estos movimientos se vuelve muy complicado, teniendo que hacer constantes ajustes en los ojos, provocando cansancio en los músculos oculares que al final se traduce en el leve o agudo dolor de cabeza que todos hemos sentido. Hay veces en que a tan sólo 20 minutos de iniciada la película ya tenemos el dolorcito molestando. Por esto decía que el 3D estereoscópico funciona muy bien para cortometrajes, de preferencia IMAX, porque la tortura a los músculos oculares es mucho menor.

Ahora pues, James Cameron quería hacer Avatar a 48 o más cuadros por segundo para evitar o reducir este problema del efecto estrobo, pero los productores no se lo permitieron; de hecho se dice que impulsó el 3D para poder tener proyectores digitales en un buen número de salas. Lo logró y ahora podrá presentar en unos pocos años Avatar 2 a 60 cuadros por segundo, lo que nos dará mejor lectura en los movimientos y nitidez. Pero éste es también otro tema.

Otro problema del 3D son las películas convertidas a 3D. De pronto, cuando el 3D se puso de moda, los estudios con tal de recaudar más recursos se pusieron a convertir pietaje tradicional a estereoscópico con técnicas de separación de planos y proyección a geometría, todo por computadora y en postproducción. Error, la profundidad que se consigue con esta técnica jamás alcanzará la que se logra con un rig de 2 cámaras. El 3D convertido parece teatro guiñol, o peor, libro 3D. Esto ha decepcionado al gran público, quienes no conocen los aspectos técnicos, pero resienten la mediocridad de una técnica en comparación con la profundidad de la otra.

Hoy, en pleno 2013, el público ya está cansado de gastar un precio premium por un espectáculo que fatiga y nos saca constantemente de la historia, rompiendo el sueño suspendido que es el cine.

La Televisión

En televisión el asunto es más complicado. A pesar de que la tecnología Blu-Ray fue adaptada para manejar ambos canales, todavía son pocas las películas que pueden conseguirse en 3D. Lo mismo pasa con servicios como Netflix. Existen contenidos en 3D, pero son escasos y tienen un costo premium. No se diga YouTube, donde son mucho más escasos que los videos de gatos.

Pero los fabricantes de televisiones no se detienen ahí. Cuando 30 cuadros por segundo les pareció poco inventaron las pantallas que corren a 120 o 240 Hz, interpolando y mezclando los cuadros nativos, logrando a veces una sensación suave y a veces presentando en pantalla aberraciones imperdonables, especialmente en escenas de acción.

Así, con el 3D, los fabricantes se pusieron las pilas para presentar algo innecesario a partir de lo inexistente. Si ya hice mi queja teatroguiñolezca acerca de las películas convertidas, lo que las televisiones 3D intentan hacer con imágenes 2D es mucho más aberrante. No quiero demeritar el trabajo de los ingenieros que programaron esos algoritmos, pero el resultado es desastroso… Este 3D ya ni siquiera distingue qué debe ir adelante y qué atrás, todo es un revoltijo sin sentido.

Me agrada el asunto de que algunas televisiones no necesiten lentes, aunque eso en ocasiones termine en imágenes mezcladas, fantasmeo o complicaciones para determinar el número de observadores.

Dentro de esta clasificación de no usar lentes también tenemos a la Nintendo 3DS, y si los mismos problemas ocurren con los videojuegos, ¿qué ventaja podría darnos el 3D si nuestros músculos oculares se van a cansar antes y la información extra suele ser evidente en casi todas las tomas posibles de prácticamente todos los juegos tridimensionales?

Por esto, las nuevas televisiones ya no se enfocan tanto en vender el asunto del 3D. Y no es que no lo tengan, es que ya no es la última garnacha del palacio. Ahora la última fritura se llama Ultra HD. ¿Qué es Ultra HD? Básicamente es el doble de HD por cada lado; osea 4 veces más pixeles. Algunos lo han compararlo con la nitidez del IMAX.

El asunto aquí es que una vez más los fabricantes de televisiones se adelantaron en construir televisiones mucho antes de que existan contenidos. Prácticamente no hay nada que ver en este momento en resolución Ultra HD excepto algunos pocos videos de YouTube. ¿YouTube dijiste? Es una agradable ironía que mientras que hace 8 años YouTube era sinónimo de pixelotes y pésima calidad, hoy sean pioneros en resolución.

Así se da el desfase entre calidad de imagen de las pantallas y calidad de imagen de los contenidos. Las cadenas de televisión apenas están mudando su programación a HD cuando las televisiones ya demandan más y más calidad. Seguramente en unos meses Sony y Microsoft nos presentarán dos consolas listas para alimentar de pixeles estas aborazadas televisiones.

Por esto el 3D fue, a mi parecer, una moda pasajera. Una loca quimera que nos parecerá absurda cuando los hologramas vengan a enseñarnos lo que las dimensiones X, Y y Z son en realidad.

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