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El origen de: El teléfono inalámbrico

La historia de uno de los avances tecnológicos más utilizado alrededor del mundo y que significó la evolución natural de las comunicaciones hacia la tecnología inalámbrica.

El telefóno debe estar sin dudas entre los más importantes inventos de la humanidad, por lo que toda evolución de su concepto inicial ha marcado una tendencia masiva que logró mejorar la calidad de vida y la dinámica en las comunicaciones. Mucho antes de lo que se pensaba, allá por 1857, el italiano Antonio Meucci instalaba un teléfono en su casa para poder hablar con su esposa que padecía de reuma y no podía bajar de su habitación. Ese hito dio comienzo a una carrera por perfeccionar y patentar el aparato de comunicaciones más revolucionario de todos los tiempos.

En esta historia de las comunicaciones, los teléfonos inalámbricos son uno de esos pequeños saltos de calidad e innovación a los que nos tiene acostumbrados la vida moderna. ¿Qué es un teléfono inalámbrico? Básicamente se trata de un teléfono convencional al que se le reemplazó el cable por un transmisor de radio. Pero sus orígenes se remontan a más de 100 años atrás.

El cura olvidado que le sacó el cable al teléfono

Como en muchos otros casos, el padre de la criatura pasó al anonimato y durante mucho tiempo ni siquiera se le reconoció su invención. Roberto Landell de Moura, nacido en Brasil y ordenado como sacerdote en Roma en 1886, donde también estudió Física y Química, fue quien logró la primera transmisión de la voz humana sin hilos el 3 de junio de 1900.

Este hito significó muy poco en ese entonces, donde el auge del teléfono por cable estaba en boca de todos y nacían y morían centenares de experimentos a diario. Pero Landell de Moura tenía planes mucho más sólidos para sus proyectos, con los que logró ese 3 de junio de hace 111 años transmitir una onda electromagnética modulada con una señal de audio entre dos puntos ubicados a una distancia aproximada de 8 kilómetros entre el Barrio Santana y los Altos de la Avenida Paulista en San Pablo, Brasil.

Réplica funcional del «Transmisor de Ondas» ideado por Landell de Moura, construído en 1984. (cc) wikipedia.br

Un año después de su inédita experiencia a nivel mundial, el Padre Landell obtiene una patente brasileña para el “Aparato destinado a la transmisión fonética a distancia con hilo o sin hilo a través del espacio, de la tierra y del agua”, según detalló en el formulario de la oficina de marcas y patentes el 9 de marzo de 1901. Cuatro meses después y con la certeza de que sus investigaciones y su invento podrían tener un valor real, decidió viajar a Estados Unidos con la intención de patentar sus inventos.

A pesar de varios inconvenientes que surgieron durante el proceso, en noviembre de 1904, Landell de Moura patentaba un “Transmisor de ondas” (precursor de la radio), un “Teléfono sin hilo” y un “Telégrafo sin hilo”.

No conforme con estos avances, entre varios proyectos paralelos que manejaba el sacerdote junto con las transmisiones inalámbricas, decidió avanzar sobre un concepto que llamó “El telefotorama o Visión a distancia”, un prototelevisor que ya tenía resuelto el problema de la video comunicación con la que se encontraron los pioneros de la televisión más de 20 años después.

Junto con estos proyectos, entre los que también se encontraron documentos que teorizaban sobre un comando a distancia (que luego se conoció como Control Remoto entrada la década del ’30), muchos de los inventos de Roberto Landell de Moura quedaron en un cajón por falta de presupuesto e interés de quienes los conocieron. Esto hizo que de a poco, el nombre de este sacerdote inventor comenzara a olvidarse, así como también él archivara sus proyectos por falta de tiempo y motivación.

Recién en la década del ’80, técnicos de la compañía de comunicaciones de Brasil (Telebras) comenzaron a relevar la documentación de Landell de Moura y analizaron cada uno de sus proyectos, llegando a la conclusión de que algunos de sus inventos eran ciertamente los primeros conceptos de transmisión inalámbrica por radiofrecuencia, transmisión y recepción de imágenes y comando a distancia.

Estos hallazgos demostraron que, por lo menos en la etapa de la hipótesis de sus ideas, el sacerdote se encontraba adelantado más de 30 años en los conceptos de transmisión de datos por radiofrecuencia, al punto de que en uno de sus diarios se descubrió que estaba tan seguro de su creación que le escribió al entonces presidente Rodríguez Alves para solicitarle dos barcos a la mayor distancia posible para demostrar que su sistema de comunicación inalámbrica realmente funcionaba y que en el futuro serviría hasta para comunicaciones interplanetarias. Esta petición fue rechazada por el gobierno por considerarlo un loco.

El rechazo general de la sociedad de aquel entonces, que lo trató de hereje, loco y hasta envíado del demonio, logró que el Padre Landell abandonara sus proyectos y, a pesar de que durante su estadía en Estados Unidos para patentar sus inventos, el periódico New York Herald lo entrevistó y tituló la nota “Padre Landell de Moura, inventor del teléfono inalámbrico”, nadie en su país lo reconoció como tal hasta casi 80 años después.

Roberto Landell de Moura falleció a los 67 años en Porto Alegre el 30 de junio de 1928, totalmente olvidado por el mundo de la ciencia y la tecnología.

Hasta 1984, año en que algunos profesionales realizaron pruebas y comprobaron el funcionamiento de los inventos del Padre Landell, no había sido reconocido en Brasil por sus inventos. En la actualidad es considerado uno de los padres de las radiocomunicaciones a nivel mundial y en su país, así como también es el Santo Patrono de los radioaficionados brasileños.

El comienzo de la masividad

A pesar de que el teléfono inalámbrico que conocemos en nuestros días y que es de venta masiva comenzó a comercializarse en la década del ’80, para que esto sucediera, en 1941 se había logrado en la ciudad estadounidense de Baltimore, la primera marcación por tonos en la gama de frecuencias de voz en lugar de impulsos generados por los diales giratorios.

Se sospecha, aunque no existen registros por parte de las personas que realizaron estas pruebas, que algunas de las patentes de Roberto Landell de Moura registradas y olvidadas en Estados Unidos sirvieron como base para este experimento, así como para la posterior fabricación de los primeros teléfonos sin cable que se comercializaron durante la década del ’40 en ese país.

Casi tres décadas después, en 1970, fueron introducidos en forma masiva los teléfonos inalámbricos al mercado comercial, instalándose algunas unidades en grandes empresas.

En 1986, la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC) de los Estados Unidos concedió el rango de frecuencias de 47-49 MHz con hasta 25 canales en el sistema FM para los teléfonos inalámbricos, lo que posibilitó que estos aparatos mejoraran ampliamente su calidad de transmisión al sufrir menos interferencias y en consecuencia, consumir mucha menos energía que sus predecesores.

Recién en 1990, la FCC concedió el rango de frecuencias de 900 MHz con lo que se logró un gran salto de calidad en los equipos. En 1994 se lanzaron los primeros modelos digitales y sólo un año después se introdujo el espectro digital de difusión (DSS) que permitió para 1998 lograr transmisiones a frecuencias de hasta 2.4 GHZ. Para el año 2003 el rango de frecuencia de transmisión se amplió por arriba de los 5.8 GHZ, lo que también posibilitó la incorporación del estándar DECT de transmisión de datos similar al utilizado por la tecnología celular GSM.

(cc) flickr Steve B Chamberlain

La llegada de los teléfonos celulares

Las investigaciones sobre tecnología de celdas para las comunicaciones realizadas en 1947 fueron la base de la telefonía celular móvil que conocemos en la actualidad. Esta tecnología, basada inicialmente en el concepto “Cordless” de los teléfonos fijos y madurando en paralelo a los sistemas inalámbricos por frecuencia de radio, permitió lograr un gran salto en las telecomunicaciones.

¿El teléfono inalambrico ayudó o frenó el avance de la telefonía celular? Mucho antes de que los teléfonos celulares lograran ser lo suficientemente accesibles como para masificarse, un teléfono inalámbrico de bajo costo ofrecía la libertad de caminar y hablar en un espacio de casi 100 metros para los modelos más potentes.

Quizás la telefonía celular como la conocemos y utilizamos hoy podría haber retrasado su evolución de no ser por la telefonía de red a través de equipos inalámbricos, incluso se podría decir que tal vez los celulares son el reemplazo natural de los teléfonos inalámbricos.

A pesar de estas conjeturas, en la actualidad, cualquier hogar posee uno, los principales fabricantes a nivel mundial los siguen desarrollando y comercializando e introducen nuevos avances como el estándar DECT (envío y recepción de paquetes de datos) para mejorar aún más el sueño del Padre Landell de llegar a transmitir más allá de las nubes y las estrellas.

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