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Columna: ¿Por qué la basura espacial podría dejarnos aislados del espacio exterior?

De los casi 30 mil objetos que vuelan las órbitas bajas del planeta tierra, sólo el 7% se encuentra en funcionamiento. La acumulación de tanta basura podría generar en el corto plazo un congestionamiento que impediría lanzar nuevas misiones por el peligro de colisiones contra estos objetos. ¿Qué se está haciendo al respecto?

El 4 de octubre de 1957, el satélite Sputnik 1 logró salir de la atmósfera y orbitar alrededor de la tierra dando el puntapié inicial a la carrera espacial. Pasaron sólo 55 años desde ese día que se convirtió en un hito histórico en la historia de la evolución humana, ya que significaba nada menos que la posibilidad de salir de nuestro planeta a conocer el infinito espacio exterior. Pero lo que comenzó como una aventura espacial, en poco tiempo mostró una faceta aún más interesante, la de las comunicaciones satelitales.

Sólo cinco años después del comienzo de la era espacial, se ponía en órbita el Telstar, el primer satélite de comunicaciones global, con capacidad para transmitir televisión, teléfono y comunicaciones a alta velocidad. La era de las comunicaciones satelitales había comenzado y no se detendría más.

Peligro de choque

Según la SSN (Red de Vigilancia Espacial), organismo que se encarga del rastreo de objetos espaciales desde 1957, año en que fue puesto en órbita el Sputnik I, se encuentran registrados más de 26 mil objetos orbitando alrededor de la Tierra, de los cuales sólo 8 mil son seguidos a diario por su potencial peligro de impactar contra otros satélites o de caer en la superficie terrestre. La SSN calcula que sólo el 7% (560 satélites) de los objetos espaciales que orbitan la tierra en la actualidad están en funcionamiento. Todo lo demás, mayormente formado por etapas superiores de propulsión de los cohetes de lanzamiento, es considerado “chatarra espacial”

La noticia de la caída del satélite UARS hace 5 meses atrás, volvió a poner en la mesa de debate el problema de la chatarra espacial. Tanto material dando vueltas alrededor de la tierra, tarde o temprano comenzaría a caer en nuestras cabezas con las consecuencias que esto podría generar para la población e infraestructura. Pero también supone un obstáculo para futuros proyectos espaciales, los cuales podrían sufrir daños y multimillonarias pérdidas por no chocar accidentalmente contra algunos de los satélites zombies que anda dando vueltas por el espacio más cercano.

Cada día que pasa nos acercamos más al Síndrome de Kessler, el escenario hipotético planteado por el experto de la NASA Donald Kessler, por el cual la acumulación de residuos espaciales y el peligro latente de producirse una cascada de ablación (el impacto o explosión de un satélite que provocaría una reacción en cadena y destruiría a todos los demás satélites), podrían generar una barrera de residuos y magnetismo que impediría la salida de otras misiones al espacio, ya que la cantidad de material residual provocaría impactos cada vez más seguidos.

La única que por el momento se salva de este tipo de “fuego amigo” (recordemos que los trozos de basura espacial orbitan a velocidades de hasta 28 mil kilómetros por hora), es la Estación Espacial Internacional, que posee una estructura exterior blindada, sabiendo de antemano de la posibilidad de que miles de pedazos de basura impacten contra ella.

Entonces, las preguntas que surgen son ¿Qué hacer con tanta basura espacial? ¿Existe la posibilidad real de que la carrera espacial se detenga a causa de un tapón de chatarra provocado por nosotros mismos?

Aislamiento

“El fracaso en hacer frente a este problema tendría implicaciones importantes para el éxito de futuras misiones espaciales, debido al potencial aumento de colisiones en órbita con objetos fuera de control”. Estas palabras forman parte de las conclusiones del informa publicado en 2010 por la Agencia de Investigación de Proyectos Avanzados de Defensa (DARPA) en relación a la basura espacial y la búsqueda de una solución.

Entre las múltiples propuestas de limpieza, se comenzaron a considerar algunos rediseños de satélites, los cuales con globos de helio o alerones y velas solares, podrían aumentar su atracción hacia la tierra una vez que termine su vida útil, así podrían incinerarse en la entrada a la atmósfera y cumplir su ciclo sin dejar rastros.

Otra opción más que interesante, es el proyecto suizo de “conserje espacial”, por el cual un satélite capturará y redireccionará a la atmósfera los pedazos de chatarra limpiando poco a poco las distintas órbitas bajas cercanas a la tierra.

La opción que por ahora más adhesión genera tanto en la NASA como en la Agencia Espacial Europea es la de crear un láser con una potencia suficiente como para lograr desviar los trozos de basura o incluso destruirlos sin movernos de la Tierra.

Desde el punto de vista conspiranóico estadounidense, que parece nunca faltar en informes de Defensa, también existe la hipótesis de que países “enemigos” como Irán o Corea del Norte, comiencen a utilizar esta basura espacial como armas contra los países alineados en su contra. Al parecer, el Síndrome de Kessler podría ser la herramienta favorita del Eje del Mal, ya que según informa DARPA, estos países podrían “sembrar” chatarra espacial para congestionar las órbitas e inutilizar los satélites militares de Estados Unidos y sus aliados.

Por el momento, a excepción del proyecto suizo, ninguna de estas alternativas ha sido puesta en marcha, los lanzamientos de satélites continúan su marcha que no parece detenerse debido a la alta demanda comercial que significa tener potencia de comunicación a nivel global, los cuales entre costo de equipamiento, más flete y mantenimiento en órbita, pueden ser adquiridos por apenas 300 millones de dólares, una cifra pequeña si lo comparamos con los casi 650 millones de dólares que dejó de ganancia el SuperBowl 2012 en apenas cuatro horas.

Si no se toman medidas relacionadas con el ordenamiento de esta chatarra, en poco tiempo la Tierra no sólo será un planeta sucio tanto en su superficie como en sus órbitas más bajas, sino que también será una especie de hogar de acumulador compulsivo donde ya nadie podrá entrar ni salir.

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