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Proyectos europeos buscan acercar a los ciudadanos con sus gobiernos

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(cc) Ian Britton

Que las nuevas tecnologías -en especial Internet- son una herramienta muy potente para acercar a la gente, no es a esta altura novedad para nadie. Todos conocemos, participamos y nos valemos de la tecnología para facilitar nuestra vida.

Nos relacionamos con amigos a través de redes sociales, buscamos oportunidades mediante otras plataformas orientadas a objetivos profesionales, entre otras acciones. Ahora bien, el desarrollo que la tecnología ha tenido en el ámbito de las actividades privadas de cada uno no se trasladó con la misma fuerza a las actividades públicas, aquellas que tienen que ver con decisiones de autoridades o representantes, y que afectan la vida de cada uno de nosotros.

Cuando se analiza el funcionamiento de las democracias, una de las primeras evidencias que emerge en la mayoría de los países, es la enorme distancia que existe entre los ciudadanos y sus representantes. El crecimiento de las poblaciones, la complejidad de los problemas a tratar, y la demanda de soluciones por parte de la gente, provoca que esa brecha aumente cada día más. El propio concepto de ‘representatividad’, si bien no ha perdido vigencia todavía, se ha debilitado, y la ciudadanía no admite más ser marginada de las decisiones que afectan su futuro.

Algunas experiencias

La buena noticia es que empiezan a aparecer en distintas partes del mundo, iniciativas orientadas a dar respuesta a este requerimiento. Así por ejemplo, Qualeg, un proyecto apoyado por la Comisión Europea, desarrollo un software cuyo objetivo es ayudar a las administraciones públicas locales o municipales a gestionar de manera eficiente los ciclos de vida de las distintas decisiones políticas, desde el concepto mismo hasta la etapa de feedback por parte de los ciudadanos. La ciudad de Tarnow, en Polonia, fue una de las primeras en probar la plataforma. La ha utilizado para recibir opiniones de los ciudadanos y comerciantes acerca de las políticas implementadas y la forma de mejorarlas. En la ciudad alemana de Saarbrucken, el sistema es utilizado para contribuir a la organización de eventos culturales.

En una línea parecida, y con el objetivo de dotar de herramientas más eficaces a los parlamentarios, el proyecto e-Representative, tuvo como propósito investigar la viabilidad y la conveniencia de una plataforma virtual para su uso por parte de los parlamentarios a nivel municipal, estadual o nacional, con la idea de hacer más eficiente su trabajo, y la interacción con los votantes.

Tomaron parte en la iniciativa entre otros los Parlamentos de Holanda y Lituania. La creación de una oficina virtual para que los parlamentarios puedan actuar de manera remota, disponiendo de acceso a toda la información necesaria de manera segura y rápida es una de las ideas fuerza del proyecto. Así, e-Representative podría utilizarse para proponer un proyecto de ley, debatirlo y votarlo sin necesidad de que el legislador se encuentre presente físicamente en la Asamblea.

Un proyecto aun más ambicioso, el e-Parliament, es una iniciativa de alcance global, surgida en el año 2001. Su objetivo es crear la primera institución democrática global, por cierto, a partir de las oportunidades que ofrece Internet. La visión es que gracias a las nuevas tecnologías es posible crear un verdadero foro global, en donde los parlamentarios de todo el mundo puedan encontrarse para tratar distintos temas de alcance mundial, y que por tanto requieren decisiones de carácter universal para poder ser atendidos.

Cuestiones como el cambio climático o la difusión de la democracia, son apenas dos de los tópicos a ser discutidos en e-Parliament. Unos 18,000 parlamentarios de casi 100 países forman parte de la base de datos. El ideal es que las propuestas que consiguen consenso en el e-Parliament se trasladen luego a los parlamentos reales de cada país. Obviamente, la participación de ciudadanos, organizaciones y periodistas del mundo es bienvenida como parte del proceso de debate.

Un horizonte de optimismo

Estos casos son solo una muestra. Queda todavía un largo camino por recorrer hasta tanto una interacción virtuosa entre ciudadanos y representantes sea una realidad en las democracias del mundo. Pero no es menos cierto que el camino emprendido, hacia una mayor convergencia y entendimiento mutuo, no tiene vuelta atrás. A medida que más y más ciudadanos acceden a información gracias a las nuevas tecnologías, toman conciencia del creciente poder con que cuentan para influir y opinar sobre las decisiones públicas que los afectan. La consecuencia inmediata es una demanda por mayor participación.

Pero también las autoridades y representantes se benefician de esa retroalimentación que los ciudadanos proporcionan ya que al basar sus decisiones en consensos más amplios, a partir de la participación de la población, esas decisiones alcanzan una legitimación muy superior, contribuyendo a que las democracias sean cada día un poco más sólidas.

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